Elephants World es una organización sin ánimo de lucro que se dedica a recoger y cuidar elefantes maltratados, y vela para que tengan una buena calidad de vida. Se halla a las afueras de la ciudad de Kanchanaburi, en Tailandia.
En 1989 debido a la desforestación se produjeron numerosas inundaciones que causaron estragos en todo el país. Como resultado, el gobierno tailandés prohibió oficialmente la industria maderera. Eso fue una buena decisión desde el punto de vista ambiental, pero no tanto para los propietarios de los elefantes que trabajaban en esa actividad y que se encontraron, de la noche a la mañana, que debían mantener y dar cobijo a unos animales que ya no les daban servicio y necesitan comer una décima parte de su peso corporal.
Esa fue la principal razón para que, en 2008, el doctor Samart, veterinario, y su esposa Khun Fon, residentes en Kanchanaburi, fundaran Elephants World, a orillas del río Kwai. En un principio, se trataba de cuidar a los elefantes ancianos y maltratados. Para ello, comenzaron a buscar financiación, pero a medida que la organización iba siendo cada vez más conocida en todo el mundo, el ecoturismo se convirtió en una buena opción para obtener los ingresos que se requieren para cuidar la comunidad de elefantes que vive en el centro. Desde 2018, Elephants World es autosuficiente económicamente. Hoy en día alberga a más de treinta elefantes y cuenta con ciento treinta empleados.
En Tailandia, más de cuatro mil elefantes viven en cautividad. Nada más nacer son separados de sus madres y, desde entonces, soportan deplorables condiciones a lo largo de toda su vida. Son domesticados a la fuerza o vendidos a centros turísticos que se hacen llamar «santuarios» para atraer al turismo extranjero. Para entrenarlos y obedecer al mahout (adiestrador) suelen utilizar el llamado «gancho de toro», un utensilio que se emplea para pinchar zonas sensibles del cuerpo, o prácticas como el «aplastamiento» que supone sometimiento físico con cuerdas o cadenas, así como también restricciones de agua y comida. Con ello se pretende que el elefante se rinda ante el dominio humano y así pueda «interactuar» con los turistas que desean bañarse con ellos, darles de comer o verlos pintar cuadros que acaban comprando por cien dólares y colgándolos en el salón de su casa.
En Tailandia, hay más de doscientos parques de elefantes registrados, pero, según la organización World Animal Protection, tan sólo una decena «garantiza condiciones de vida satisfactorias». Por ello, es muy importante que los turistas sepan discernir entre estos lugares y visiten sólo aquellos que, como Elephant World protejan de verdad a estos animales.
El pianista británico Paul Barton ayuda con su música a los elefantes maltratados. Con su piano al aire libre y en medio de la naturaleza, Barton interpreta obras de Chopin, Schubert y Beethoven.
«La primera vez que toqué el piano en Elephants World, un elefante ciego llamado Pla Ra escuchó a Beethoven y dejó de comer; se detuvo y escuchó la música con la hierba en su boca. Así que, después de ese día, volví al centro, y ya no he dejado de tocar», explica Barton.
Según Barton, la música resulta reparador y relajante para estos animales. En Elephants World, este santuario de Kanchanaburi, los elefantes que disfrutan de la música del pianista británico suelen ser de edad avanzada, maltratados y abandonados, y, en algunos casos, están ciegos.
Barton lleva casi diez años haciéndoles la vida más llevadera a los elefantes, que en cuanto oyen su música se acercan presurosos a escucharla.
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