A la escritora Dorothy Parker nunca le faltó la compañía de un perro, adoraba a los animales. Pero ¿quién era en realidad Dorothy Parker? Nació en Nueva Jersey en 1893, pero ya de muy joven se marchó a Nueva York, donde en 1914 entró a trabajar en la revista Vogue como asistenta editorial. En 1918, con veinticuatro años, empezó a escribir crítica teatral para la famosa revista Vanity Fair, cuyos artículos, por mordaces y sarcásticos, le otorgaron una enorme popularidad, pero, por lo mismo, acabaron por provocar su despido. Cuando en 1925 se fundó la revista New Yorker, Parker pasó a formar parte de la plantilla de la publicación. Fundadora de la famosa Mesa Redonda del Hotel Algonquin, Parker se convirtió en un personaje central de la vida cultural neoyorquina. Era venerada y temida por su afilada lengua y aún más afilada pluma. En una entrevista en The Paris Review, en 1956, dijo: «No quiero que me clasifiquen de humorista, me hace sentir culpable». Era amada y odiada a partes iguales. Fue amiga de escritores como Scott Fitzgerald, John Dos Pasos, Ernest Hemingway o Lillian Hellman. Le gustaba vivir en hoteles, escribía para las principales cabeceras del país y bebió de manera desenfrenada hasta el final de sus días. Tuvo dos maridos y un montón de amantes. Sus libros de cuentos y sus poemas eran instantáneos éxitos de ventas.
Como muchos escritores, el amor de Dorothy Parker por los animales no tenía límites. Escribió la introducción a la colección de caricaturas de James Thurber, y gran parte de ella trataba de su amor por sus queridos compañeros, los perros. Le encantaban los perros callejeros. En una ocasión, se encontró con uno de madrugada en la Sexta Avenida. Se lo llevó a casa, lo limpió y se lo regaló a unos amigos ricos de Long Island. Dijo que la idea de que el perro viviera en un lugar tan rico la complacía.
A Dorothy también le gustaban los caballos, y era conocida por pararse siempre a admirarlos. En su relato «Sólo uno pequeñito» publicado en The New Yorker en 1928, Parker escribe: «No dejes que me lleve ningún caballo a casa [vivía en un hotel en aquel entonces]. No importa mucho si se trata de perros o gatitos callejeros, pero los ascensoristas se ponen muy nerviosos cuando intentas llevarte un caballo.»
«Tres tragos y me creo San Francisco de Asís.», escribió en uno de sus relatos.
Dorothy Parker murió el 7 de junio de 1967 en el Hotel Volney de Nueva York. Tenía 73 años. La encontraron tendida en la cama, junto a su perro Troy y una botella de alcohol. Su amiga, la famosa escritora Lillian Hellman, mujer de Dashiell Hammett se encargó de todos los trámites para su funeral. Dorothy Parker fue incinerada y, durante más de veinte años nadie reclamó sus cenizas, hasta que la Asociación Nacional para el Desarrollo de las Personas de Raza Negra —movimiento de Martin Luther King a quien ella había legado todos sus bienes— le dio sepultura en una tumba en Baltimore. En la lápida puede leerse, tal como ella había deseado, el epitafio: «Excuse My Dust» (Perdonen por el polvo).
Dorothy decía: «Me gusta tomar un Martini, dos a lo sumo; después de tres estoy debajo de la mesa; después del cuarto, debajo de mi anfitrión». A título póstumo y en su honor, la New York Distilling Company creó la ginebra Dorothy Parker American Gin, que entre sus botánicos incluye bayas de saúco, canela y pétalos de hibisco. Del mismo modo, son muchos los cócteles elaborados en su honor.
Suscríbete a nuestra newsletter, es gratuita.