Es esta una historia increíble pero cierta, que consideramos que merece la pena contar. Una historia conmovedora que ha dado la vuelta al mundo. En 2012, un albañil brasileño rescató un pingüino patagónico o de Magallanes, como se los conoce, que estaba moribundo, desnutrido y cubierto de petróleo, en una playa de Isla Grande, frente a la costa del estado de Río de Janeiro. El albañil, llamado João Pereira de Souza, lo bautizó con el nombre de Dindim, lo cuidó y lo alimentó durante varias semanas para que el animal se repusiera antes de devolverlo al mar; pero mientras tanto se había creado un vínculo tan especial entre ambos que el pingüino, cuando llegó la hora de retomar su vida en libertad, se quedó junto al pescador durante once meses y, luego, tras cambiar las plumas, un día, desapareció.
Muchos le dijeron al albañil que lo más probable es que el pingüino no volviera jamás. Sin embargo, después de unos meses, Dindim regresó para reencontrarse con el hombre que le había salvado la vida. Desde entonces, Dindim recorre todos los años 8.000 kilómetros, desde las costas del sur de Chile y Argentina, adonde va para alimentarse, hasta Brasil, para reencontrarse con Pereira y quedarse con él nada menos que ocho meses. Siempre acude puntual a su cita. No ha fallado nunca.
«Lo quiero como si fuera mi hijo y creo que él también me quiere», comenta el albañil.
Los pingüinos patagónicos, originarios de la Patagonia (de ahí su nombre), suelen migrar en invierno hacia las costas de Uruguay y Brasil. Pueden llegar a vivir veinticinco años en estado salvaje. Así que le auguramos larga vida a Dindim.
João Paulo Krajewski, un biólogo brasileño, junto con un equipo de investigadores, le pusieron un marcador a Dindim para saber más sobre sus orígenes y su trayectoria. «Por primera vez, tenemos una prueba definitiva de que es el mismo pingüino el que regresa todos los años a la casa de João Pereira de Souza», aunque, a decir verdad, nadie había dudado de ello.
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