Cada día hay más perros en Barcelona, y cada día las cosas son más complicadas para ellos y sus dueños, que deben ingeniárselas para buscar sitios donde poder llevarlos a correr. Sí, sí, ingeniárselas, porque en más de la mitad de los pocos parques de la ciudad, los perros no pueden entrar. Claro que siempre están esos rincones sucios y malolientes de dimensiones reducidas, llamados pipicanes, es decir, un lugar para que orinen. Durante un tiempo, el Ayuntamiento intentó hacer creer a la ciudadanía que esos pipicanes eran sitios «ideales» para que los perros corretearan. Su construcción ha costado miles de euros y ¿para qué?: son insalubres, los veterinarios los desaconsejan encarecidamente, los perros enferman y, dadas sus reducidas dimensiones, no pueden correr. Por lo tanto, el problema no sólo no se ha solucionado, sino que se ha incrementado, porque, como he dicho, cada día hay más perros en la ciudad. La Colau y los perros, vaya problemón tenemos con esa señora, que es del todo incapaz de crear soluciones efectivas y dignas para los animales de compañía.
Eso viene de lejos. Ya en 2016, Xavier Trías intentó prohibir los perros en el Turò Park, él vive enfrente y le debía de molestar verlos correr libremente, a saber; lo intentó pero no lo consiguió, claro que se acercaban las elecciones y no debió de considerarlo oportuno. Pero quién iba a decirnos que saldríamos del fuego para caer en las brasas: llegó «la Colau» y durante los ocho años que lleva como alcaldesa de Barcelona, ella y sus acólitos han hecho estragos en esta ciudad. Pero para ceñirme a los perros, después de las numerosas presiones, manifestaciones, quejas y la lucha sin cuartel de plataformas ciudadanas como EspaiGos para que los perros puedan tener espacios para correr, el Ayuntamiento, justo ahora, a las puertas de las elecciones, ha decidido que a lo largo del 2023 habilitará las llamadas zonas de uso compatido o ZUC.
¿Y eso qué quiere decir? Quiere decir que se habilitarán una serie de zonas en cada distrito para que los perros puedan ir sueltos y correr. Dicho así suena bien. Pero ahora veamos cómo son las cosas en realidad: las zonas compartidas en modo alguno incluyen los parques y jardines de la ciudad, sino trozos de calle, parterres, rincones, un pedazo de plaza dura, como la plaza Letamendi junto a la calle Aragón, por poner un ejemplo, supongo que ya habrán pensado en poner vallas o cercos pintados de colorines, como los colores de la naturaleza, para que los perros se sientan más a gusto y no se escapen. Y ahora viene lo mejor: el horario. Si las cosas no cambian, el horario será de 6 a 7 de la mañana y de 21 a 23 de la noche. Vamos, un despropósito, me gustaría que nos explicarán cómo se concilian estos horarios con la vida familiar. Bueno, al menos, los que viven al lado de la playa podrán llevar a sus perros a jugar en ella, claro que también quien no corre vuela, porque la playa de Barcelona solo tiene cabida para sesenta perros, en una ciudad que hay 180.000 censados.
«Prohibirán utilizar los parques y jardines en general y darán como alternativa otros lugares que podréis juzgar por vosotros mismos», señala EspaiGos.
Ah, me olvidaba, a partir de septiembre ningún perro podrá ir suelto por la calle, en el caso de que así sea, el propietario será sancionado con 300 euros de multa. De modo que los perros lo tienen muy negro con «la Colau», y eso que ella no se cansa de decir que un buen alcalde debe escuchar a la ciudadanía. Nosotros estamos afónicos, pero ni con esas. Aunque, no todo está perdido, puede que esta señora y sus compinches, con un poco de suerte, en mayo se vayan a su casa. ¿Qué pasará entonces? Ni idea, pero a peor no podemos ir, eso seguro. Con suerte, llega alguien con un poco de juicio y consigue «recuperar, rehabilitar, reconstruir, resucitar» Barcelona. Y puede que con ello también los perros pasen a mejor vida.
La plataforma ciudadana EspaiGos ha emitido un comunicado en el que señala que «las familias con perro no avalaremos esta propuesta y nos reservamos el derecho de actuar contra este agravio», por considerarlo del todo incompatible con las necesidades de los perros y sus propietarios. Así estamos, y lo más irritante es que «la Colau» presume de sus políticas de bienestar animal, le gusta decir a cuatro voces que Barcelona ama los perros y que hay que fomentar la adopción, claro que, vista su pésima gestión en esta materia, ya nadie se la cree.
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