Entrevista a Rosa Montero

Sabido es que la escritora y periodista Rosa Montero, Premio Nacional de las Letras (2017), siempre ha sido una defensora acérrima del bienestar animal, y su lucha y compromiso por esta causa es incansable. Para nosotros es un motivo de satisfacción tener a Rosa en nuestras páginas y queremos agradecerle que se haya prestado a hacer esta entrevista en exclusiva para Togetherdogs.

Entrevista a Rosa Montero
La escritora Rosa Montero en compañía de sus dos perros, Carlota y Petra, en su casa de Madrid.

Creo haberte oído decir en más de una ocasión que fue tu padre quien te inculcó el amor por los animales. Cuéntame ¿tuviste perro en tu infancia?

Sí, en efecto, fue mi padre quien me inculcó el amor por lo animales. Por esas contradicciones de los seres humanos mi padre fue torero, torero toda su vida, pero empezó con los toros antes de la guerra y antes de la penicilina, y entonces morían una docena de toreros cada año por las cogidas. No tiene ningún sentido, pero él pensaba que estaba como a la par con el animal, que era un enfrentamiento en igualdad, claro que el pobre animal no escogía torear, pero en fin era otro mundo, no como ahora; aun con esas, los seres humanos somos así de contradictorios. Él amaba a los animales, daba comida a todos los perros callejeros, sin embargo, yo no pude tener perro de niña, y eso que lo anhelaba, pero en mi casa no teníamos mucho dinero, mi madre tampoco quería. En definitiva, no les parecía bien, y no tuve perros hasta que no me fui a vivir sola y me asenté un poco en una casa más o menos estable. Ya llevó teniendo perros cuarenta y tantos años.

¿Cómo llegan los perros a tu vida?

Bueno, cuando ya pude alquilar una casa para mí sola, un día, un amigo, Diego Galán, crítico de cine y escritor, y que se murió hace poco, se presentó en mi casa con un perrito que acababa de recoger perdido en El Retiro, el típico canelo, una especie de podenco, que debía de tener cuatro meses a lo sumo, y me dijo: «Mira, me voy mañana de viaje, llévalo a una protectora, porque yo no puedo», y me lo dejó. Y, naturalmente, yo no lo llevé a una protectora, me lo quedé. Y ese fue mi primer perro, que lo llamé Bicho, y que murió de un infarto, con siete años. Es el perro que ha muerto más joven de todos los que he tenido. Y unos meses después, también otra cachorra que andaba por ahí perdida por la calle, una mezcla de pastor alemán, también me la quedé. Se llamaba Trasto. Y desde entonces siempre he tenido dos perros a la vez: uno de mayor edad y otro más joven.

Si no me equivoco, ahora tienes a Petra, una teckel de pelo duro que te regalaron tus amigas cuando murió Bruna, otra teckel que vivió quince años y de la cual siempre has dicho que fue «la perra de tu vida». ¿Tienes alguno más?

Sí, ahora tengo a Petra, que, como dices, llegó cuando murió Bruna, un mes antes de cumplir los quince años. En efecto, Bruna fue la perra de mi vida, ¿sabes, cuando eres niño y piensas en un perro y te crees que todos son así? Ese perro que va suelto, pero a tu lado, con el que te entiendes perfectamente, que se para en los semáforos, entra en una cafetería donde no admiten perros, pero nadie se entera de que ha entrado, que es humano o más que humano, pues ésa era mi Bruna. Y bueno, ahora tengo a Petra, que es muy ñoña, muy ñoña, muy cariñosa, muy buena, muy asustadiza y muy deliciosa, la adoro; y también tengo otra perra, Carlota, más grande, y que ya está muy viejita, ahora pesa 23 kilos pero llegó a pesar 28 o 29 kilos, es una mezcla de border collie y mastín, blanca y negra, guapísima, la recogí de ANAA (Asociación Nacional Amigos de los Animales) cuando tenía dos años, la habían maltratado, tiene el cuerpo lleno de perdigones, le pegaron un tiro, y me costó mucho sacarla adelante para que perdiera el miedo, pero, con todo, yo creo que ha sido un perra feliz. Ha cumplido los catorce años, está muy mayor, pero sigue ahí, aguantado. Petra tiene seis años.

Entrevista a Rosa Montero
Rosa Montero siempre ha tenido dos perros a la vez. Desde hace unos años vive con Carlota y Petra. Y, como nos dice, no concibe vivir sin animales cerca.

Sueles decir que los criaderos no te gustan. Sin embargo, Petra es una perra de raza, y no es la primera. Es cierto que los criaderos no tienen buena fama, y por algo será; pero, aunque son pocos, algunos practican una cría ética y hacen las cosas bien hechas; si no fuera por ellos no se perpetuarían ni mejorarían las razas. ¿Qué opinas?

Bueno sí, tengo a Petra, y también tuve a Bruna, pero Bruna no era de pura raza, era hija de un teckel de unos amigos míos, Gumersindo Lafuente y Ana Lumbreras, que tenían un teckel maravilloso, y salió Bruna, pero no era de pura raza, no era muy larga, aunque era divina.

Nunca he comprado un perro, salvo Petra que compraron mi amiga y mi prima cuando murió Bruna, porque yo estaba desesperada, y lo compraron en un criadero, pero todos los demás perros que he tenido han sido recogidos. Bruna era una perra de tamaño normal, pesaba 10 kilos, y, por lo tanto, no se la podía llevar en avión, en cabina, porque, como sabes, con transportín incluido no pueden sobrepasar los 8 kilos de peso. Entonces a mi prima y a mi amiga se les ocurrió que lo mejor sería que yo tuviera una teckel miniatura, que pesan 6 kilos como máximo, porque así podría llevarla en cabina. Y para asegurarse de que fuese una mini y no sobrepasase ese peso se fueron a un criador. Y así ha sido, solo pesa 5,5 kilos y alguna vez la he podido llevar en avión, y es maravilloso. Sin embargo, es una perra que tiene muchísimo miedo sin que le haya ocurrido nada, porque ha pasado de las manos del criador a las mías. Y, aun así, es una perra atemorizada por naturaleza y es muy difícil quitarle estos temores. De modo que no es una experiencia que sea muy buena, y me reafirmo en que es mejor adoptar que comprar.

En cuanto a lo que dices de que si no fuera por los criaderos no se perpetuarían las razas, eso es complicado, verdaderamente complicado, y es cierto que desaparecerían las razas. La verdad es que pones el dedo en la llaga con eso. En cualquier caso, creo que los criaderos deberían tener una legislación más estricta, estar más vigilados para evitar que hagan parir a las perras cien veces y ese tipo de cosas terribles. En fin, no digo que haya que prohibirlos, desde luego, pero no es lo mío. Yo prefiero adoptar, salvo en este caso de Petra a la que, insisto, adoro.

Entrevista a Rosa Montero
Rosa Montero con Petra, su perra teckel de seis años.

Vivir con un perro es una experiencia muy enriquecedora, ¿en qué te beneficia o congratula diariamente su compañía?

Los animales son algo esencial para nuestra vida, me refiero a los otros animales. Y aquí pongo el punto álgido de la cuestión, porque nosotros también somos animales, obviamente. Y uno de los conflictos que tiene el ser humano es la disociación, la herida que arrastramos entre nuestro ser cultural y nuestro ser animal, eso es un verdadero conflicto y un desgarro, y el hecho de convivir con animales mejora, cauteriza esa herida, suaviza esa disociación, nos sana, verdaderamente nos sana, y nos hace desarrollar valencias animales que de lo contrario tendríamos entumecidas.

El hecho de que los perros nos sanan, que vivir con un animal de compañía es bueno para la salud, está sobradamente demostrado, como bien sabes, por numerosísimos estudios científicos; de hecho, simplemente acariciar un animal baja la tensión. El escritor Anatole France decía una frase que me parece maravillosa: «Quien no ha amado a un animal tiene parte del alma dormida», y es verdad, porque, como te digo, desarrollan nuestra parte animal entumecida y nos hacen ser personas menos disociadas, y yo creo que más sanas; nos ayudan a ser más sanos.

Puede decirse que la lealtad es la cualidad del perro por excelencia, y no hay mayor grandeza también entre los humanos. ¿No te parece?

No sé qué decirte. No, no me lo parece. ¿La lealtad? Los perros son increíbles porque tienen una lealtad de perro, como decimos, y sí, hay grandeza en esa lealtad, pero también ceguera e inocencia. Quiero decir que son capaces de ser leales incluso con quien los maltrata. Y eso no creo que sea una buena cualidad para un humano. Es como si me dijeras que la «lealtad» de una mujer maltratada hacia su maltratador, esto es, la patología que le impide dejarlo, es una cualidad; el pobre perro es capaz de tener esa lealtad con quien lo está matando a palos, así que no creo que sea la mejor cualidad para un humano. Y en cuanto al perro su lealtad me parte el corazón, esa lealtad es dependencia, pobrecitos. Lo que me encanta de los perros es su capacidad de vivirlo todo con esa intensidad y esa pureza, la alegría, el dolor, la pena, el amor. Son seres puros, puros y brillantes, llenos de luz y de fuerza y de vida y de corazón. Yo creo que la mayor grandeza del ser humano es la empatía, la capacidad de ponerse en el lugar del otro.

Se dice que el perro y el amo acaban pareciéndose. ¿En qué te pareces a tu perro o él a ti?

Bueno aquí hay un truco psicológico, muchas veces los seres humanos lo que hacen es que se compran perros que se les parecen físicamente incluso, sin darse cuenta. Ya sabes que hay estudios que demuestran que las parejas de novios a veces se parecen. Hay un porcentaje de semejanza física. Y es que nos queremos tanto a nosotros mismos que nos gusta del otro lo que se asemeja a nosotros. Parece ser que hay estudios que ponen en evidencia que bastantes dueños de perros buscan perros que se parezcan a ellos físicamente. En mi caso, que casi todos han sido porque los he ido encontrando perdidos, no es así. Las dos teckel sí, a ellas las he escogido yo, porque me enloqueció el perro de mis amigos, y yo quería un perro parecido. Pero luego lo que sí que es cierto es que si eres una persona muy nerviosa o muy chillona, el perro va a ser más nervioso o más chillón, y si eres muy tranquila es más fácil que tengas un perro tranquilo. Aunque esto no es al cien por cien así, porque luego cada perro tiene su temperamento. Yo, como te digo, desde siempre he tenido dos perros a la vez, pero han tenido caracteres muy distintos y, sin embargo, los he cuidado y tratado y educado igual. Lo mismo sucede también con las personas, ¿no? Es una mezcla del ambiente y del factor genético, así que digamos que hay cierto parecido, pero no tanto.

Entrevista a Rosa Montero
«Me hace más rica como persona, más rica como ser humano el vivir con animales», subraya Rosa Montero.

Hablemos de cómo nuestro país trata a los animales. Muchos son los que dedican sus esfuerzos a luchar para que los animales tengan una vida mejor. Sin embargo, es una lucha ardua y a veces descorazonadora. Parece ser que para los políticos nunca es un asunto prioritario eso del bienestar animal. Las penas por el maltrato o por la caza furtiva son irrisorias, y casi nunca acaban en cárcel. Las protectoras y perreras municipales reciben pocas ayudas por parte de las instituciones y, la mayoría, están en un estado lamentable. Tú que estás tan comprometida con esta causa, ¿qué salida le ves a todo eso?

La verdad es que dan ganas de abrirse las venas. El Partido Socialista prometió con el primer gobierno de Zapatero una ley nacional de protección animal. Y ya ves, ahí seguimos. Siempre se va olvidando eso, se va olvidando y se va postergando. Aparte de gente como PACMA, a quienes he votado bastantes veces, los demás partidos no tienen demasiada sensibilidad con el tema. La izquierda un poco más, pero vamos, los animales siempre terminan siendo las monedas que en una negociación política uno olvida primero. Estoy indignada con las recientes declaraciones del ministro de Cultura en las que afirma que la fiesta de los toros es cultura, es que me deja asombrada que el ministro de Cultura socialista diga eso, en fin.

Nos falta muchísima educación, nos falta muchísimo desarrollo cívico, pero si echamos la vista atrás hemos avanzado tanto que no hay que desesperarse. Yo soy muy mayor y recuerdo cuando aquí, en los primeros años de la Transición, no te digo ya en el franquismo, si hablabas a favor de los animales eras simplemente una loca ridícula. Y éramos cuatro los que hacíamos eso, los que alzábamos la voz por los animales, y se reían de nosotros. Éramos locos, ridículos, fantoches. Y de ahí a que PACMA haya aglutinado un millón de votos, verdaderamente se ha hecho mucho camino. Se han conseguido muchas cosas, prohibir Tordesillas, el alanceo, así que sigamos paso a paso, sigamos presionando y sigamos siendo conscientes de que la historia y la razón y la ética están de nuestra parte, y no cejemos en el empeño de luchar por una sociedad más justa, porque una sociedad que respeta a sus animales es una sociedad que admite un nivel de la violencia mucho más bajo, una sociedad que respeta a los animales está protegiendo también a las personas.

Ya lo dijo hace años en su libro El temperamento español, el escritor inglés V. S. Pritchett, que al español le gusta matar, le gusta la sangre. Basta con asistir a una corrida o a las lanzadas del toro de la Vega, en Tordesillas, o pensar que hasta hace relativamente poco la manera que tenían de festejar la fiesta en el pueblo zamorano de Manganeses de la Polvorosa era arrojando una cabra viva desde el campanario. Me cuesta comprender este anhelo de deleitarse con el sufrimiento del animal. Y no puedo evitar preguntarme si, como dice Pritchett, es algo muy arraigado al carácter español, tan propio de lo que llamamos la España profunda. ¿tú qué crees?

Lo que creo es que es propio de países que no han recorrido todavía un trecho suficiente hacia la civilidad. En España hemos cambiado muchísimo. En muy pocas décadas creo que hemos recorrido un camino inmenso hacia la civilidad, pero es un camino aún en construcción. Tú puedes saber el estado de civilización de una sociedad estudiando de qué manera trata a los animales, porque la manera de tratar a los animales tiene un correlato con la manera de tratar a sus ancianos, a sus niños, a las mujeres, en fin, a los más desprotegidos de la sociedad. Todo forma parte de una conciencia cívica más o menos fuerte. No creo que nosotros seamos especialmente salvajes, en absoluto, lo que pasa es que hemos sido un país o una sociedad muy inculta, muy pobre y muy brutal en el sentido de poco desarrollada, pero no porque los españoles tengamos alguna diferencia genética. Se trata de una diferencia cultural y económica de los tiempos pasados que, por fortuna, ahora se va nivelando.

Es preciso reconocer, sin embargo, que también hay logros importantes: como la reciente prohibición de la caza del lobo ibérico. Una medida que ha generado mucha controversia. En las tierras del norte muy pocos están a favor de ella, incluso los consejeros de Cantabria y Asturias abogan por la caza en lugar de fomentar la convivencia entre lobos y ganaderos, que es del todo factible. Es como si hubiera una resistencia a dejar de pegar tiros por los montes y a colgar luego a los animales de la plaza pública, imágenes de ello no nos faltan.

Ha generado mucha controversia, pero por supuesto, como te digo ha habido muchos avances, y yo que llevo cincuenta años luchando por esto, soy capaz de verlo. Pero todavía hay mucha resistencia, sobre todo en medios rurales, que son más conservadores, menos desarrollados en este sentido de los nuevos valores, y aun son más reaccionarios y más retrógrados a ese cambio. Simplemente hay que educar y educar, y ayudar a la gente a que vea la vida de otra manera, aparte de los tópicos y de los prejuicios que han heredado de sus familias.

Volviendo a los perros, después de haber vivido tanto tiempo con ellos, ¿qué te parecería tu vida sin su compañía?

Yo no concibo la vida sin animales cerca. Realmente creo que son una manera de vivir la vida más completa y más sana, menos disociada y más coherente, más delicada, más compleja. Me hace más rica como persona, más rica como ser humano el vivir con animales. Y en concreto, durante la pandemia, como vivo sola, si no hubiese estado con animales no sé qué hubiera sido de mí, porque me he podido abrazar a ellos, me han dado ese calor animal absolutamente necesario. Creo que han sido un soporte psíquico importantísimo.

Recomienda a nuestros lectores un buen libro en el que el perro sea el protagonista.

Sin duda, Colmillo blanco de Jack London.

Carta abierta a Ada Colau, alcaldesa de Barcelona

Carta abierta a Ada Colau. Realmente es usted un problema para los perros. Sin duda sus políticas en materia de bienestar animal son vergonzosas.
Ada Colau, alcaldesa de Barcelona.

Señora Colau:

Confieso que no deja de sorprenderme todas las veces que la he oído afirmar en diversos medios de comunicación que Barcelona es una ciudad que ama a los perros. No deja de sorprenderme porque si tenemos en cuenta las políticas del Ayuntamiento en cuestión de bienestar animal, éstas no pueden ser más desastrosas.

Todos los años, el Ayuntamiento lanza campañas de sensibilización en favor de la adopción de animales de compañía. Sin embargo, ¿cómo responde el consistorio a estas campañas de adopción?, ¿qué recursos ofrece al ciudadano, con qué medidas lo ampara para que el perro adoptado pueda satisfacer sus necesidades? ¿Dispone el perro de parques para correr y jugar? ¿O de playas lo suficientemente amplias —más de una requeriría una ciudad como la nuestra— donde no tenga que estar hacinado junto a otros de su condición? ¿Puede ir suelto, siempre y cuando no suponga un peligro para los viandantes, como iba antes de su llegada al Ayuntamiento? Ada Colau y los perros, dicen algunos, llevándose las manos a la cabeza.

Una política animalista nefasta

Con sus más y sus menos, Barcelona ha sido siempre una ciudad amante de los perros, pero la política animalista del Ayuntamiento nunca ha sido tan nefasta como desde que es usted alcaldesa; por ceñirme a los perros, naturalmente. Barcelona supera los 180.000 perros censados y la curva va en aumento, lo que significa que a mayores necesidades mayores recursos. No voy a ser yo quien se lo diga. Usted sabe bien las numerosas protestas que hay y ha habido por parte de los propietarios de perros y de las asociaciones y protectoras caninas —indignadas por el recorte de las subvenciones que pensaba usted llevar a cabo y que ha sido necesaria la protesta masiva para que rectificara—, que reivindican que los perros que obedezcan a sus amos puedan ir sueltos (como permitía antes la normativa), la reapertura de los parques a horas tempranas, zonas de recreo decentes, más playas —no un trozo de la playa de Llevant con un aforo limitado de sesenta perros—, y la creación de una comisión de trabajo mixta entre las asociaciones animalistas y el consistorio barcelonés, entre otras; reivindicaciones todas ellas ante las que usted y sus acólitos han reaccionado con la más absoluta indiferencia.

Carta abierta a Ada Colau. Realmente es usted un problema para los perros. Sin duda sus políticas en materia de bienestar animal son vergonzosas.
La playa de Llevant, la única que hay en Barcelona, una parcela de tierra del todo insuficiente para una ciudad que cuenta con más de ciento sesenta mil perros censados.

La prohibición de los perros en algunos parques de la ciudad (el Turó Park se merece un artículo aparte) o la obligación de tener que ir atados para poder acceder a ellos es algo antinatural, señora Colau, y contradictorio con su frase a la que he hecho mención al principio: «Barcelona es una ciudad que ama a los perros». El perro es un animal doméstico y, como tal, forma parte de la sociedad. En este sentido, es tarea del Ayuntamiento fomentar la convivencia entre perros y personas, pero no apartándolos, aislándolos o recluyéndolos como si fueran caimanes. Para fomentar la adopción es preciso fomentar la convivencia, no es posible lo uno sin lo otro, señora alcaldesa.

Los malditos pipicanes

La solución del Ayuntamiento ante tanta queja ha sido la construcción de los pipicanes —áreas de recreo lo llama con desfachatez el departamento de Medio Ambiente y Sostenibilidad— recintos de dimensiones siempre insuficientes, donde los perros no pueden correr, apenas jugar, y donde solo olfatean orines, porque no hay un solo árbol, matorral, matojo o hierbajo que recuerden a un espacio natural, solo arena, arena meada y, en muchos de ellos, unos cubos o amagos de esculturas —algo lúdico dirían ustedes—, no sé aún con qué intención, porque no hay perro que juegue o se suba encima.

Sus pipicanes, señora Colau, son rincones insalubres, donde las bacterias y los virus campan a sus anchas, y que están muy lejos de reunir las condiciones higiénicas y sanitarias (deberían limpiarse a diario; dicen ustedes que así se procede, pero no es cierto) que garanticen la salud del animal y de sus dueños, una de las razones por la que los veterinarios no se cansan de desaconsejarlos e incluso prohibirlos, visto el incremento de enfermedades y trastornos que se ven forzados a tratar desde que éstos existen.

Carta abierta a Ada Colau. Realmente es usted un problema para los perros. Sin duda sus políticas en materia de bienestar animal son vergonzosas.
El pipicán de la calle Ganduxer, un sitio sucio y maloliente, un espacio nada recomendable para garantizar la salud de los animales.

El pipicán de la calle Ganduxer, por citar solo uno, ha despertado la indignación de los vecinos, que llevan soportando con estupor e impotencia las emisiones de gas metano de las torres de ventilación de los depósitos de aguas pluviales que hay debajo del parque. A ello se suman los ladridos de los perros, ahora todos concentrados en el reducido recinto, ladridos con los que antes se convivía sin problema por disponer los animales de todo el parque del DIR para jugar y hacer ejercicio, y no de ese reducto indecente, donde los perros se concentran, como peces sin oxígeno, buscando espacio. O el pipicán de la Travesera de Gracia, 253, o el de la Granvía con la calle Nápoles —en este último un perro se lesionó con esas piezas de hormigón a las que usted es tan aficionada—, dos solares infectos, sin sombra, donde en verano se cuecen los perros y los dueños con ellos; de nuevo parcelas de tierra, donde los perros más que correr solo pueden aspirar a jugar a los cuatro en raya. El hedor a orines es insoportable, naturalmente porque queda impregnado en la arena y no hay ya quien lo quite. Por no mencionar lo que sucede el día que llueve, cuando esos malditos pipicanes se convierten en auténticos barrizales.

Carta abierta a Ada Colau. Realmente es usted un problema para los perros. Sin duda sus políticas en materia de bienestar animal son vergonzosas.
El pipicán de la Granvía con la calle Nápoles, otro trozo de tierra, donde
a causa de esas piezas de hormigón, que no se entiende qué hacen ahí,
más de un perro se ha lesionado al correr o jugar.

Una vergüenza para Barcelona

Señora Colau una mala gestión en política animal pone en evidencia una manera de hacer y de estar en el mundo. Basta visitar la perrera municipal y sus instalaciones para sentir sonrojo, ¿cómo es posible que Barcelona, la «ciudad que ama a los perros» no disponga de unas instalaciones dotadas de los servicios básicos para albergar y tratar con decencia a sus animales abandonados o maltratados? ¿Cómo es posible que usted se vanaglorie de su gestión en materia canina? De verdad, ¿no le da vergüenza?

La perrera municipal de Barcelona, en la carretera de la Arrabasada. La imagen habla por sí sola: todas las jaulas a la intemperie, donde los perros no pueden resguardarse del frío y apenas de la lluvia, y donde en verano se cuecen a causa del calor. Una indecencia.

Dice mucho, y dice mal, de una ciudad que no trata bien a sus animales. Reflexione sobre ello, señora Colau, porque usted y sus secuaces son los únicos responsables de este desastre. Ya lo señaló en su día, y no sin acierto, Jacinto Antón en su artículo en El País: «¡Colau al pipicán!», puede que tuviera razón, no le vendrían mal unos días recluida en uno de ellos, oliendo orines y con los ojos irritados por la arena para darse cuenta de que no les falta razón a mis palabras, que no son solo mías sino también de muchos otros que no han tenido ocasión de decírselas.

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