Vivir en una gran ciudad y tener perro no es fácil. Y vivir en una gran ciudad como Barcelona y tener perro es aún más difícil, porque es una ciudad con pocos parques y zonas verdes, y, en la mayoría de ellos, los perros están prohibidos o deben ir atados. A cambio, el Ayuntamiento ha hecho los llamados pipicanes, unas áreas de recreo lo más alejadas posible de lo que podría considerarse un espacio saludable y amplio para que nuestros perros corran y jueguen sin riesgo alguno.
No sé qué asesores tiene el consistorio barcelonés en materia de bienestar animal, si es que tiene, pero debería avergonzarse de haber hecho una porquería semejante. ¿De verdad creen que los perros pueden correr ahí dentro? ¿Que son zonas amplias, limpias y saneadas para los animales? ¿Nos toman por necios? ¿Saben lo que es un perro? Quizá deberíamos empezar por ahí.
Y, pese a la obviedad, hay gente que lleva los perros al pipicán. ¿No tienen tiempo suficiente para dedicarle a su perro y van siempre con prisas?, ¿su perro se escapa y temen que se aleje demasiado?, ¿el pipicán está cerca de donde viven?, ¿es un espacio cerrado y así no tienen que estar pendiente del animal?, ¿por comodidad? Sin duda, las razones son múltiples, pero ninguna de ellas va a favor del perro sino en detrimento de él. Eso seguro.
Especialistas en conducta canina no se cansan de repetirlo, los pipicanes pueden llegar a desencadenar estrés, tensiones y problemas en los perros. De hecho, la mayoría de gente que va a los pipicanes no presta atención al animal, muchos se dedican a charlar o a mirar el móvil, es más, se diría que acuden a esos sitios para no tener que estar pendiente de él. No sé quién dijo que los pipicanes son como patios de cárcel en donde los perros intentan moverse y desfogarse cómo pueden.
Los pipicanes son como patios de cárcel
En definitiva, el perro sale de estar encerrado en casa durante varias horas para ir a un sitio pequeño y enrejado, todos los días igual, e incluso algunos a la misma hora. Naturalmente, eso acaba pasando factura. Los espacios cerrados pueden provocar ansiedad. Los perros están nerviosos porque no se desfogan lo suficiente. En el pipicán están recluidos, como en casa, es decir, el paseo y la casa son dos encierros. Tarde o temprano, el animal no tardará en manifestar estrés y frustración, que puede traducirse en abatimiento y tristeza. Y según sea la raza o la constitución física del perro aún peor. Los pipicanes son áreas insuficientes para algunos perros que necesitan correr y desfogar su energía más que otros, por eso en esos sitios son frecuentes las peleas, porque los animales están inquietos y nerviosos. Basta pasar por delante de uno de ellos, detenerse un instante, y no tardaréis en constatarlo; eso si aguantáis el hedor.
El hedor de los pipicanes es inaguantable y son focos de propagación de virus
Javier Bellver, veterinario del Hospital Veterinario Arturo Soria de Madrid (https://www.hvarturosoria.com), nos explica por qué los pipicanes constituyen un riesgo para la salud del perro. «Se trata de espacios pequeños que se hacen en zonas bajas, sin drenajes, y los ayuntamientos no suelen limpiar la arena, donde orinan y defecan los perros. Y si llueve, en la mayoría de los casos, se convierten en auténticos barrizales. Esto puede causar varios tipos de infecciones o enfermedades, las que el animal adquiere por haber pisado restos de orina o de heces, que llamaríamos indirectas; y las provocadas por pulgas o garrapatas». Además, considera que las infecciones más comunes son aquellas que adquiere el animal al lamerse las almohadillas de las patas para limpiarse, «las protozoarias, que suelen producir colitis o diarrea».
Inés Janer de la Clínica veterinaria Miguel Janer de Barcelona (https://clinicaveterinariamiqueljaner.com) también dice No a los pipicanes: «Los perros van a jugar y a interactuar a los pipicanes, pero no es éste el uso adecuado de estos espacios que, en principio, han sido creados para que los perros orinen y defequen. Los perros necesitan espacios más abiertos, más limpios y con más vegetación y no sitios tan sucios, tan llenos de bacterias, virus y parásitos. Necesitamos lugares donde los perros puedan jugar y sociabilizarse sin que corran el riesgo de que puedan contraer enfermedades».
El hábitat del perro es vivir en plena naturaleza y estar el máximo de horas posible correteando y al aire libre. Pero eso, por desgracia, no sucede con los perros «urbanos», y menos aún con los que van a los pipicanes, que son áreas muy reducidas, lo más alejadas posibles de lo que es un espacio natural. A base de arena y hormigón, donde no crece ni un matojo, con un hedor insoportable, ahí acuden a diario algunos perros. ¡Vaya suerte la suya!
Deberían estar vacíos esos hediondos pipicanes, sería la mejor respuesta a la deplorable gestión del ayuntamiento por lo que a las políticas de bienestar animal se refiere.
Suscríbete a nuestra newsletter, es gratuita.