Las personas establecen fuertes vínculos con sus animales domésticos, porque se les considera un miembro más de la familia o compañeros inseparables de nuestras vidas; en algunos casos, incluso, éstos constituyen la única relación positiva que tiene un ser humano en su vida. Por ello, cuando mueren, el dolor es devastador. El vínculo afectivo que se produce entre el animal y el ser humano, sin filtros ni adornos ni atavíos, es emotividad en estado puro, de ahí que sea tan dolorosa su pérdida, tan desarmados nos deja. El duelo por un animal de compañía es un proceso largo y doloroso, y muchas veces poco comprendido por los que nos rodean.
Una buena parte de la sociedad no comprende el dolor que puede sentir un ser humano por la pérdida de un animal, ni la enorme pena que éste puede dejarnos tras su muerte. Al duelo de un animal doméstico se lo conoce por lo que los psicólogos llaman «duelo invisible», dado que muchas personas no lo comparten o creen que no es para tanto. Pero es que hay que haber pasado por ello para saberlo, de lo contrario uno no tiene ni la más remota idea de lo que eso significa. Laura Vidal, especialista en gestionar el duelo animal y autora de libros como Espérame en el arco iris o Cuando ya no estás, ofrece apoyo a las personas que están pasando, o en vías de pasar, por ello.
«Socialmente no se entiende demasiado el duelo por los animales, es como un duelo ilegítimo, prohibido», dice Laura Vidal.
El shock que provoca la muerte de un animal querido es uno de los traumas emotivos más profundos que un ser humano puede experimentar. Porque el animal ha dependido toda su vida de nosotros; de hecho, nosotros hemos sido los responsables de su existencia hasta el final. Vivir con un animal de compañía conlleva una rutina que, de algún modo, distribuye nuestro tiempo y espacio vital. Desde los paseos diarios, las amistades que conocemos en el parque, el monte o la playa, las vacaciones, las cosas que compramos de uso exclusivo para él, las idas y venidas al veterinario, etc.
Cuando incorporamos un animal a nuestra vida, ésta se enriquece enormemente, resulta reconfortante, porque el animal saca lo mejor de nosotros mismos. Refuerza nuestras emociones y sentimientos, nos mostramos ante él tal cual somos, sin tener que estar a la defensiva, sin ser juzgados o rechazados. Nos acepta y nos ayuda a ser una persona mejor. Él siempre está. Y eso es un auténtico lujo. Por eso, cuando falta, es como si se muriese una parte de nosotros mismos; bueno, en realidad, se muere una parte de nosotros mismos, una parte que nadie puede restituir. Ya lo dijo el escritor Oscar Wilde, y no sin humor, «Si uno está con animales corre el riesgo de ser mejor persona.»
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