Todo aquel que tiene un perro sabe que se trata de un animal que es capaz de percibir el estado de ánimo y las emociones de los humanos. Todos los perros son animales empáticos por naturaleza y tienen muy desarrolladas sus facultades sensoriales.
Clive Wynne —el célebre etólogo británico australiano director del Canine Science Collaboratory de la Universidad de Arizona y autor de numerosos libros sobre la conducta canina— afirma que «La conexión emocional entre los humanos y los perros es la base de la relación. Los perros son animales sorprendentemente sociales y se contagian de nuestra calidez y alegría.»
«El perro es un ser vivo muy social que necesita compañía o, de lo contrario, sufrirá trastornos psicológicos», señala Wynne.
A lo largo de los últimos años, numerosos estudios han demostrado que entre los dueños y sus perros se produce un vínculo emocional que no sólo es capaz de detectar y comprender mutuamente las emociones sino de compartirlas. Y en gran medida, ese vínculo depende de la oxitocina, la llamada «hormona del amor», así como de la capacidad del perro para detectar cambios en el olor corporal de los humanos y de otros factores de carácter fisiológico. Los perros y sus dueños experimentan una emisión de oxitocina que genera confianza y generosidad.
«La emisión de oxitocina se produce por ambas partes, del perro al humano y del humano al perro. Es como un círculo vicioso», señala Larry Young, profesor de psiquiatría y director del Centro Silvio O. Conte de Oxitocina y Cognición Social de la Universidad Emory, en Atlanta (EE.UU.).
Si nos remontamos 15.000 años atrás aproximadamente, cuando los perros se domesticaron, ese contagio emocional fue un mecanismo de superviviencia, ya que, si los perros eran capaces de compartir las emociones con los humanos, en gran medida tenían su existencia garantizada, razón por la que se explica la cantidad de oxitocina que liberan durante las interacciones. Y cuanto más tiempo pasan los perros y los humanos interactuando, sin duda, el contagio emocional aumenta.
En el contagio emocional entre las personas y sus perros también interviene el factor sensorial. Según los expertos, los perros tienen una habilidad extraordinaria para captar las expresiones faciales y el lenguaje corporal de los humanos. Se ha demostrado que los perros son capaces de detectar seis emociones en el rostro de los humanos: enfado, miedo, felicidad, tristeza, sorpresa y disgusto.
En un estudio publicado en 2018, en la revista Animal Cognition, los investigadores trabajaron con labradores y golden retriever a los que mostraron dos olores corporales humanos: miedo y alegría, olores que extrajeron de los sobacos de algunos hombres e introdujeron en un aerosol que luego esparcieron por una habitación, donde los perros podían moverse libremente en presencia de sus dueños y de extraños. Cuando se exponía a los perros al olor del «miedo», éstos mostraban mayor estrés y su ritmo cardíaco aumentaba que cuando se los exponía a olores de «alegría». Según Wynne: «Los perros experimentan emociones primarias, positivas como felicidad y excitación y negativas como miedo y ansiedad».
Compartir los cambios emocionales suele ser beneficioso porque nos ayuda a conectar a un nivel más profundo, y tiene un valor de supervivencia. «Si pensamos en nuestros ancestros, era una cuestión de vida o muerte que el perro pudiera alertar de algo para que el hombre pudiera actuar con celeridad. Se trata de un sistema de alarma de doble dirección y muy ventajoso para ambas especies», señala Wynne.
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