Es sabido que los criaderos de perros no tienen buena fama. Aunque cada vez hay más criaderos que hacen las cosas bien, es cierto que cuando «el río suena agua lleva». Yo tuve la desgracia de caer en el lado malo, en el criadero equivocado. No voy hablar aquí de lo que me han dicho y he oído de Los Vitorones, que no ha sido poco, sino de mi propia experiencia, de lo que lamentablemente me tocó vivir a mi pesar.
Después de unos meses de la muerte de Mina, mi perra setter, decidí ir en busca de otra setter, apasionada como soy de esta raza. Mina había llegado a mi vida de una camada particular, por lo que desconocía los criaderos de setters que hay en España y aún más en el extranjero.
Un conocido me habló de Los Vitorones en Asturias, propiedad de la señora Julia Bango. Me comentó que era un criadero de toda la vida, que su padre ya se dedicaba a la cría de estos perros, y que tenía unos ejemplares preciosos. Vi algunas imágenes en Facebook y me gustaron. Decidí llamarla, me dijo que en aquel momento solo tenía una cachorra de dos meses, y que si la quería disponía de 48 horas para transferirle la paga y señal.
Me la quedé. La recogí con cuatro meses, le pedí las pruebas (displasia de cadera y codos de los progenitores, test de Baer, y posteriormente el pedrigrí), y me dijo que me las enviaría.
A medida que mi perra Maisie, así se llamaba, iba creciendo observé que corría poco, se cansaba, no crecía, no le habían salido las muelas. Al principio pensé que eran simples apreciaciones mías, pero al año y medio mi veterinario se percató de que algo no iba bien. Le hizo unas pruebas que mostraron enseguida que los riñones no le funcionaban. Tenía una malformación renal con un filtraje del diez por ciento. Le quedaba poca vida.
Mi perra no sufría, por lo que se determinó darle la mejor calidad de vida posible. Para ello fue preciso administrarle suero diariamente con el fin de hidratarle los riñones, así como una serie de medicamentos cuyo coste mensual era realmente elevado. Y, aun así, el año de vida que vivió conmigo tras el diagnóstico fue feliz.
Como es natural, mi veterinario, Miguel Janer, llamó a la señora Bango y le envío todas las pruebas clínicas para ponerla al corriente. La señora Bango en ningún momento manifestó la más mínima empatía con el problema, ni conmigo ni con mi perra, que al fin y al cabo en su día había sido suya.
No se prestó a sufragar la mitad de los gastos del tratamiento (más de un criadero ha tenido un gesto así), ni menos aún a devolverme el dinero o incluso parte de él; lo que sí me dijo es que me daba otro perro cuando quisiera. Le reclamé las pruebas que aún no había recibido, me aseguró que me las enviaría enseguida. No lo hizo.
Soy muy consciente de que a cualquier criadero le puede pasar algo así (quiero pensar que ella no lo sabía). Lo que es inadmisible es la reacción de la señora Bango ante un problema de esta envergadura. Como criadero tiene una parte de responsabilidad. Pero la señora Bango vende perros como quien vende tomates. Tras la muerte de mi perra la llamé para comunicárselo y aproveché para decirle que habría esperado una mayor implicación por su parte, dado el desinterés que mostró siempre por el estado de salud de mi perra y por cómo sobrellevaba yo un problema que en buena parte me lo había creado ella.
La señora Bango jamás manifestó ninguna empatía con el problema, como si mi perra no hubiera salido jamás de su criadero.
Se puso enseguida a la defensiva y con tono siempre ofensivo me soltó que no la responsabilizara de mi dolor moral, si quería otro perro, ella me lo daba, pero que aquí se acababa el asunto. «Y si me llega enfermo ¿qué?» le pregunté alterada, «pues mala suerte», me contestó. Por último, volví a reclamarle los papeles, y me respondió que para qué los quería si mi perra ya estaba muerta.
Alguien que responde de este modo a un cliente, porque yo era su cliente, no se merece que nadie le compre ningún perro. Ni siquiera si se lo regala. Fue un episodio muy doloroso para mí y para todos los que quisimos a mi perra. A los perros se los quiere como saben bien los que los tienen.
Mi perra murió con dos años, apenas tuvo vida. En una circunstancia así cualquiera espera que la persona que te ha vendido el perro enfermo se solidarice contigo, o al menos lo haga ver. La señora Bango fue incapaz, se desentendió.
Pasado el tiempo, pude constatar que mi problema con Los Vitorones no había sido un episodio aislado, lo que ha venido a confirmar mis sospechas y hace que me pregunté una vez más: ¿Fue congénito o genético lo que tuvo mi perra? «Difícil de saber —me comenta mi veterinario—, ni siquiera con la biopsia quedó claro, tan estrecha es en este caso la frontera». Así que mucho cuidado con la señora Bango y sus perros.
La señora Bango nunca me envió las pruebas ni los papeles de la perra que me vendió.
Como editora de Togetherdogs, y dada mi experiencia, no recomendaría a nadie que comprara un setter en Los Vitorones, evitaréis que la señora Bango abuse de vuestra candidez y buena fe como en su día abusó de las mías.
Parece ser que su padre era persona de bien, es una lástima que su hija, que vive de la fama de su progenitor, la tenga ya tan desgastada y le sea tan poco merecida. Y con esto ya lo he dicho todo. ¡Ah y por supuesto los papeles de mi perra jamás me los envió!
Dicen que después de lo malo viene lo bueno. Yo tuve suerte, mucha suerte, el destino me puso en manos de Jesús Satrústegui, persona seria y honesta que sabe de setters como nadie y cría muy de vez en cuando si le apetece y le viene en gana. No es un criadero al uso, ni mucho menos, es un lujo.
Jesús me recomendó Cumbres de Jacaranda (véase artículo en Reportajes: Cumbres de Jacaranda), propiedad de la señora Chus Escolano. En cuanto me puse en contacto con ella todo fueron facilidades. Me entregó todas las pruebas y los papeles en regla antes de darme al cachorro.
Y como el perro que te vende es suyo, hace un seguimiento exhaustivo y mantiene una estrecha relación con el propietario.
Si deseáis adquirir un setter inglés os recomiendo que os pongáis en contacto con ella. Y, por supuesto, si un día tenéis algún problema doy fe de que jamás os reaccionará como la señora Bango reaccionó conmigo. Es otro nivel, como dice una amiga mía.
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