Mis chinchillas
octubre, 2023 - Marta Lladós
Las chinchillas son unos roedores muy simpáticos y divertidos. Están considerados animales domésticos. Marta nos cuenta su experiencia con ellas.
Shippo durmiendo en su casita ©Marta Lladós.

Es una norma no escrita que los hijos insistan a sus padres en adoptar un animal de compañía. Mi hermano y yo queríamos un perro, que nunca llegó. En su lugar, tuvimos dos gatos, que vivirían en el patio de la empresa de mi madre, donde había muchos ratones. A los pocos años empecé a pedir un conejo, animales por los que mamá siente una profunda aversión, así que me regaló una chinchilla.

Marta, con su primera Chinchilla, Chinchi.©Marta Lladós

He tenido cuatro chinchillas y todas se han convertido, a su manera, en mis mejores amigas. La primera fue Chinchi, un ejemplar gris con una mancha negra en el trasero. Aunque la cogimos que ya era mayor, se adaptó a la perfección a la vida hogareña con dos niños pequeños (mi hermano y yo). Me parecía tan fascinante ese roedor que, a los pocos meses, empecé a escribir un blog sobre chinchillas; así descubrí que son un híbrido de ratón, conejo, ardilla y canguro, que pueden saltar hasta dos metros de altura y que les encantan las almendras, las nueces y las pipas naturales. Como son animales que necesitan saltar, la dejábamos correr por el patio interior durante toda la noche (son nocturnas) y, por la mañana, hacía lo imposible para atraparla. Con el paso del tiempo se transformó en un juego, en un pillapilla.

Por suerte, hoy en día, la chinchilla es una especie protegida.

Con Chinchi tuve la primera experiencia con la muerte, un miércoles de madrugada, en un veterinario de Barcelona. Pocos meses después dimos la bienvenida a una chinchilla muy pequeñita, tanto que nos pareció que el nombre que habíamos pensado, Pot (pote, en catalán) le venía grande, así que la llamamos Potet (potecillo, en catalán). Queríamos que fuera de color beige, como su madre, pero se quedó en un gris clarito muy parecido al de Chinchi. Era una chinchilla muy juguetona, con la que conectamos enseguida. De todas las que he tenido es la que más disfrutaba con mis caricias: la podía coger a cualquier hora del día que se quedaba profundamente dormida en mis brazos mientras yo la acariciaba. Todas las noches, antes de irme a dormir, cogía una nuez o una almendra y hacía sonar una campanita, Potet, en cuanto la oía, se ponía a dos patas y sacaba el morro entre los barrotes de la jaula dispuesta a recibir su premio. Las chinchillas son frágiles, esto me lo enseñó Potet cuando murió por una picadura de mosquito.

Las chinchillas son unos roedores muy simpáticos y divertidos. Están considerados animales domésticos. Marta nos cuenta su experiencia con ellas.
Kirara jugando con unas maderas. ©Marta Lladós.

Cuando estuvimos preparados para volver a tener otra chinchilla, fuimos a buscar a Kirara, la primera hembra que llegó a casa. Tiene tanto carácter que, cuando la perra de mi tía quiso olisquear la jaula donde vive, le asestó un golpe en el hocico (tienen cinco dedos en las patas). Desde el primer día, se convirtió en la reina de la casa. No he conocido una chinchilla más exquisita con los frutos secos, las chucherías o el pienso. Recuerdo con especial cariño una tarde, cuando aún estábamos confinados por la pandemia, en la que mi madre, mi hermano y yo estábamos jugando al Uno, un juego de cartas, en el pasillo de casa, mientras dejábamos que Kirara correteara por él; como no le hacíamos caso, inmersos en la partida como estábamos, decidió tirar los montones de cartas y robar unas cuantas para llamar nuestra atención.

Las chinchillas son unos roedores muy simpáticos y divertidos. Están considerados animales domésticos. Marta nos cuenta su experiencia con ellas.
Kirara y Shippo durmiendo. ©Marta Lladós

Al principio Kirara siempre estaba acompañada, pero a medida que fuimos creciendo también lo hacían nuestros compromisos y actividades extraescolares, así que pasaba mucho tiempo sola. Como las chinchillas son animales que viven en comunidad, decidimos traerle a Shippo, un macho. El veterinario nos dijo que tenían que llevarse bien a la fuerza, puesto que eran macho y hembra; estábamos convencidos, además, de que nada podía salir mal, que Kirara estaría encantada de tener un compañero con quien jugar. Sin embargo, las cosas no fueron tan fáciles. Una vez más, Kirara dejó claro quién mandaba: mordió y arañó a Shippo durante meses, hasta el punto que tuvimos que ponerlos en jaulas separadas y no pudimos juntarlos hasta pasados nueve meses. En la actualidad, Kirara tiene cinco años y Shippo va camino de los cuatro. Viven en son de paz, duermen juntos y se limpian mutuamente.

Potet. ©Marta Lladós.

El verano pasado hicimos reformas en casa y trasladé mi habitación a una estancia contigua al comedor, donde está la jaula de las chinchillas; de modo que son lo primero que veo al salir de mi cuarto. Por las mañanas, los dos me saludan, y antes de acostarme saben que les doy una almendra. Cuando estoy estudiando no me molestan, y son capaces de guardar silencio por las noches para dejar que duerma tranquila.

Pueden adivinar mi estado de ánimo y si me notan triste, a su modo, me consuelan.

Lo que hace únicas a las chinchillas es su pelaje: el más denso y fino de todos los roedores. Antaño, los abrigos de chinchilla eran los más caros del mercado, ahora, por suerte, la chinchilla es una especie protegida. A causa de su pelaje no pueden lavarse con agua, lo hacen con arena fina revolcándose en ella.

Cuando me preguntan si soy más de perros o de gatos, respondo que yo soy de chinchillas, y es que, a lo largo de los años, me han demostrado que son los compañeros de vida más leales y divertidos que se pueden tener.

Suscríbete a nuestra newsletter, es gratuita.