En Cataluña, más de una cuarta parte de los incendios son intencionados. Sin embargo, para saber la causa que los ha provocado hay un equipo detrás que realiza un exhaustivo trabajo de investigación para averiguarlo. Se trata de los agentes rurales, el equipo A de los incendios. En cuanto se declara un incendio, se activa un plan de emergencia que consiste en localizar y preservar la zona donde se ha originado el fuego. Los agentes rurales peinan el terreno en busca de pruebas. «Investigamos la causa de todos los incendios, aunque no resulta fácil hallar pruebas que constaten que el incendio ha sido intencionado. Por eso, desde el primer momento que se detecta la columna de humo, el equipo se traslada al lugar, se hacen las fotografías de la columna y se buscan los testigos. Los agentes marcan con las banderitas los indicadores del paso del fuego», explica el inspector jefe, Toni Mur.
Cuando las investigaciones llevadas a cabo por los agentes rurales apuntan a que el incendio ha podido ser intencionado, es el momento en que Piris entra en acción.
Piris es una mezcla de pastor vasco que ha sido entrenado para detectar sustancias acelerantes del fuego (gasolina, disolventes, etc.). «Piris entrena a diario pero sólo trabaja bajo petición», explica su dueño y adiestrador Lluis Pallarés, agente rural de Igualada (Cataluña), que lleva trabajando cinco años con su perro. Allí donde Piris detecta una posible sustancia se toman las muestras del suelo que, posteriormente, analiza el Instituto Nacional de Toxicología para determinar si se trata de alcohol, gasolina, gasóleo u otro tipo de producto. El trabajo de Piris está validado por la fiscalía y el Instituto Nacional de Toxicología y resulta determinante para poder confirmar si el incendio ha sido provocado.
Verano es la época que Piris trabaja más, mientras que el resto de año se dedica a realizar ejercicios de entrenamiento. «La dificultad de trabajar en la detección de sustancias acelerantes se halla en el grado de la evaporación que tenga la sustancia, ya que ésta puede quemarse en mayor o menor cantidad. Nosotros no lo detectamos, pero la nariz del perro sí. Por eso hay que enseñarle al animal diferentes grados de evaporación, una gasolina quemada al 20% para el perro no huele igual que si está quemada al 80%. Esa es la complejidad del trabajo —explica Lluis Pallarés—. Sin embargo, como contrapartida, la ventaja de este tipo de detección es que se trata de una tarea muy breve, que nunca supera los quince o veinte minutos, nada que ver con rescates de personas, por ejemplo, que pueden durar horas e incluso días».
«Piris nunca se equivoca», le gusta decir no sin orgullo al inspector jefe Toni Mur.
Suscríbete a nuestra newsletter, es gratuita.