El parque nacional Kruger es la reserva de animales más importante de Sudáfrica. Con una superficie de 18.989 Km2, su extensión es de 350 kilómetros de norte a sur y de 60 kilómetros de este a oeste. En este enorme territorio habita una de las reservas más importantes de rinoceronte. En Sudáfrica reside el ochenta por ciento de los últimos rinocerontes que quedan en el mundo. Entre 2008 y 2018, cerca de ocho mil rinocerontes fueron abatidos furtivamente y más de la mitad fueron masacrados en Kruger. Sus cuernos entran en Asia de contrabando para infundados usos medicinales. Un kilo de cuerno de rinoceronte puede costar 60.000 dólares en el mercado negro.
En 2017, Theresa Sowry, directora ejecutiva de Southern African Wildlife College, un centro dedicado a la preservación de la vida salvaje cerca de Kruger, visitó a Joe Braman en Texas porque había oído hablar de sus perros, sabuesos negros y de color fuego, que son utilizados por las fuerzas del orden de Texas para rastrear a los presos que se fugan de la prisión.
«Crecí corriendo junto a perros de manada con mi padre. Perseguíamos gatos monteses y mapaches, entrenando a quince perros a la vez para que siguieran el olor de los animales», cuenta Braman.
Braman aceptó la invitación de Southern African Wildlife College para viajar a Kruger con el fin de evaluar y ayudarlos a entrenar algunos perros locales. Allí le mostraron un vídeo en el que unos cazadores furtivos le había cortado el cuerno a un rinoceronte, que resoplaba, paralizado. «¡Estaba aspirando su propia sangre! No creo que haya visto nada tan horrible en mi vida», cuenta Braman. Pero, tras unas semanas de entrenamiento con los perros locales no se observaron progresos notables, y Braman regresó a Texas para contactar con Zeke Ortiz, el adiestrador de perros del sistema penitenciario de todo el estado de Texas. Con más de treinta años de experiencia con canes que corren libremente, Ortiz llevó cien perros a la propiedad de Braman. «La genética de esos perros se remonta a más de un siglo de entrenamiento en prisión —explica Ortiz—. Han sido criados para tener una naturaleza agresiva». Durante dos meses, Braman y Ortiz se dedicaron a perfeccionar las habilidades de veinte de sus mejores perros y luego los enviaron a Sudáfrica.
«No teníamos idea de si los perros que corren libremente funcionarían con fines contra la caza furtiva en África», cuenta Ivan Carter, responsable de Ivan Carter Wildlife Conservation Alliance, una de las personas que financió el proyecto.
Joe Braman apenas habría regresado al Southern African Wildlife College cuando llegó el primer aviso: Los cazadores furtivos acababan de matar a un rinoceronte y habían emprendido la huida. De inmediato, los perros texanos fueron conducidos en helicópteros hasta la zona.
Ya en el terreno y equipados con collares GPS, los perros detectaron el rastro de olor de los furtivos y empezaron a seguirlo. Corrieron a lo largo de doce kilómetros aproximadamente, atravesaron las llanuras africanas entre manadas de impalas, cebras y ñus, sortearon matorrales y arbustos, y siguieron corriendo y corriendo de manera incansable hasta que alcanzaron a los furtivos. Braman recibió entonces la llamada de uno de los helicópteros: cuatro cazadores furtivos habían sido localizados. Rodeados por la manada de perros, los cazadores intentaban golpearlos con palos, pero los perros no se amilanaron. Y cuando llegaron los equipos con los helicópteros los furtivos estaban completamente rodeados por los perros y pudieron apresarlos sin dificultad.
Al día siguiente, los equipos atraparon a otros tres cazadores furtivos y, al día siguiente, a otros dos. Y el número fue en aumento.
«Conseguir que los perros capturasen a varios grupos de cazadores furtivos fue la constatación de que estábamos en la senda correcta», cuenta Ivan Carter.
Si bien atrapar a los furtivos es un trabajo en equipo: desde la cooperación de la población local hasta los perros guía individuales, desde los pilotos de helicópteros hasta los guardabosques policiales en el terreno, la intervención de los perros texanos ha incrementado sin duda las capturas, pues si antes de su llegada, los equipos solían capturar entre un tres y un cinco por ciento, con los perros la tasa ha aumentado más de un cincuenta por ciento.
La caza furtiva es un grave problema que lamentablemente está lejos de haber llegado a su fin, pero el empleo de perros para capturar a los cazadores es una buena y excelente medida que contribuye a subsanar el problema.
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