Cubierta del libro The Waiting Game III, de Txema Salvans.
Txema Salvans es fotógrafo, un fotógrafo como la copa de un pino. Cuenta con una larga trayectoria profesional, algunos premios (PhotoPress y PhotoEspaña) y ha colaborado en publicaciones de renombre internacional como Le Monde,The New York Times o The Guardian.
El libro The Waiting Game III(El juego de la espera III) explora la relación del ser humano con el perro y su entorno. Para ello, Salvans elige las periferias, los lugares industrializados, zonas rurales desarboladas, donde no faltan los animales atados o encerrados en espacios reducidos, a pleno sol, una luz cegadora y cruel, o bajo el frío de la noche, para vigilar naves y recintos, o ni siquiera eso, simplemente porque así lo quiere el hombre, encadenados a un caseta con techo de uralita o algo que se le parece. No son imágenes amables, ni siquiera lo que se entiende por bonitas, sino que son imágenes que dicen, pero ¿qué nos dicen? Salvans nos muestra la falsa superioridad del hombre con respecto al animal, al que tiene sometido y utiliza para sus propios fines. La relación perversa del hombre con respecto al perro y también con la naturaleza. Resulta desalentador ver a esos animales, solos, día tras día, atados a una cadena —quién sabe si siempre es así—, sin nadie que los mire ni les hable ni los toque, en unos parajes sobrecogedores: polígonos industriales, patios de hormigón, campos yermos, áridos, habitáculos en tierra de nadie, como si la vida de esos perros y los entornos en donde habitan fuesen lo mismo. Y la presencia del hombre que no se ve, pero que, sin embargo, está, y que de vez en cuando aparece, aunque sea para decirle al perro quién manda ahí.
«No hay especie más contradictoria que la nuestra. Quiero dedicar este libro a todos aquellos que son capaces de intuir que el único camino pasa por corregir costumbres y tradiciones que no han hecho más que aumentar el dolor y la tristeza de ese todo al que pertenecemos», nos dice Salvans a modo de dedicatoria.
Las fotografías de Txema Salvans, si no lo han hecho aún, deberían dar la vuelta al mundo, es una muestra de un trabajo bien hecho y que debería concienciarnos a todos del lugar que ocupamos en el mundo. En este libro hay una voz, una voz de fondo que no deja de oírse, la misma con la que los romanos le susurraban a su César cuando entraba triunfal en la ciudad tras la victoria de una batalla: «Recuerda que eres mortal».
The Waiting Game III. Txema Salvans. Textos de J. Bonilla, H. Fernández y P. Baeza. Editorial RM
Cada día hay más perros en Barcelona, y cada día las cosas son más complicadas para ellos y sus dueños, que deben ingeniárselas para buscar sitios donde poder llevarlos a correr. Sí, sí, ingeniárselas, porque en más de la mitad de los pocos parques de la ciudad, los perros no pueden entrar. Claro que siempre están esos rincones sucios y malolientes de dimensiones reducidas, llamados pipicanes, es decir, un lugar para que orinen. Durante un tiempo, el Ayuntamiento intentó hacer creer a la ciudadanía que esos pipicanes eran sitios «ideales» para que los perros corretearan. Su construcción ha costado miles de euros y ¿para qué?: son insalubres, los veterinarios los desaconsejan encarecidamente, los perros enferman y, dadas sus reducidas dimensiones, no pueden correr. Por lo tanto, el problema no sólo no se ha solucionado, sino que se ha incrementado, porque, como he dicho, cada día hay más perros en la ciudad. La Colau y los perros, vaya problemón tenemos con esa señora, que es del todo incapaz de crear soluciones efectivas y dignas para los animales de compañía.
El gobierno de «la Colau» ha prohibido el acceso de los perros a los parques de la ciudad.
Barcelona, quién te ha visto y quién te ve
Eso viene de lejos. Ya en 2016, Xavier Trías intentó prohibir los perros en el Turò Park, él vive enfrente y le debía de molestar verlos correr libremente, a saber; lo intentó pero no lo consiguió, claro que se acercaban las elecciones y no debió de considerarlo oportuno. Pero quién iba a decirnos que saldríamos del fuego para caer en las brasas: llegó «la Colau» y durante los ocho años que lleva como alcaldesa de Barcelona, ella y sus acólitos han hecho estragos en esta ciudad. Pero para ceñirme a los perros, después de las numerosas presiones, manifestaciones, quejas y la lucha sin cuartel de plataformas ciudadanas como EspaiGos para que los perros puedan tener espacios para correr, el Ayuntamiento, justo ahora, a las puertas de las elecciones, ha decidido que a lo largo del 2023 habilitará las llamadas zonas de uso compatido o ZUC.
Las llamadas ZUC, en color rosa. Ya vemos que Barcelona es incapaz de solucionar el problema de los perros.
¿Y eso qué quiere decir? Quiere decir que se habilitarán una serie de zonas en cada distrito para que los perros puedan ir sueltos y correr. Dicho así suena bien. Pero ahora veamos cómo son las cosas en realidad: las zonas compartidas en modo alguno incluyen los parques y jardines de la ciudad, sino trozos de calle, parterres, rincones, un pedazo de plaza dura, como la plaza Letamendi junto a la calle Aragón, por poner un ejemplo, supongo que ya habrán pensado en poner vallas o cercos pintados de colorines, como los colores de la naturaleza, para que los perros se sientan más a gusto y no se escapen. Y ahora viene lo mejor: el horario. Si las cosas no cambian, el horario será de 6 a 7 de la mañana y de 21 a 23 de la noche. Vamos, un despropósito, me gustaría que nos explicarán cómo se concilian estos horarios con la vida familiar. Bueno, al menos, los que viven al lado de la playa podrán llevar a sus perros a jugar en ella, claro que también quien no corre vuela, porque la playa de Barcelona solo tiene cabida para sesenta perros, en una ciudad que hay 180.000 censados.
Esta es la playa canina de nuestra ciudad con 180.000 perros censados.
«Prohibirán utilizar los parques y jardines en general y darán como alternativa otros lugares que podréis juzgar por vosotros mismos», señala EspaiGos.
Ah, me olvidaba, a partir de septiembre ningún perro podrá ir suelto por la calle, en el caso de que así sea, el propietario será sancionado con 300 euros de multa. De modo que los perros lo tienen muy negro con «la Colau», y eso que ella no se cansa de decir que un buen alcalde debe escuchar a la ciudadanía. Nosotros estamos afónicos, pero ni con esas. Aunque, no todo está perdido, puede que esta señora y sus compinches, con un poco de suerte, en mayo se vayan a su casa. ¿Qué pasará entonces? Ni idea, pero a peor no podemos ir, eso seguro. Con suerte, llega alguien con un poco de juicio y consigue «recuperar, rehabilitar, reconstruir, resucitar» Barcelona. Y puede que con ello también los perros pasen a mejor vida.
Uno de los pipicanes de la ciudad inundado.
La plataforma ciudadana EspaiGos ha emitido un comunicado en el que señala que «las familias con perro no avalaremos esta propuesta y nos reservamos el derecho de actuar contra este agravio», por considerarlo del todo incompatible con las necesidades de los perros y sus propietarios. Así estamos, y lo más irritante es que «la Colau» presume de sus políticas de bienestar animal, le gusta decir a cuatro voces que Barcelona ama los perros y que hay que fomentar la adopción, claro que, vista su pésima gestión en esta materia, ya nadie se la cree.
Oriol Ribas es biólogo y un experto en conducta canina, lo que hoy en día se conoce como etólogo. Vive a las afueras de Barcelona, en plena naturaleza. Cuando no da clases a estudiantes de auxiliar veterinario, enseña a las personas a comprender a sus perros y viceversa, un requisito indispensable para una buena convivencia entre ambos. Por su amplia experiencia y conocimiento canino resulta realmente un placer poder charlar aquí con él.
Oriol Ribas en el Matarranya (Teruel).
Oriol, supongo que de niño debían gustarte los animales, pero ¿cuándo pasan de gustarte a interesarte por ellos?, ¿y cuándo profesionalizas este interés?
Todo sucedió de una forma progresiva. Desde pequeño ya sentía una fuerte atracción por los animales y, poco a poco, fui profundizando en ellos. Recuerdo mis primeras lecturas cuando cursaba BUP, especialmente los libros de Konrad Lorenz y de Desmond Morris, que me fascinaron. Más tarde, quizá cuando ya estaba estudiando ciencias biológicas, leí El gen egoísta de Richard Dawinks, un libro que me impactó considerablemente; también disfruté mucho con los deliciosos libros de Frans De Waal. Una vez terminada la carrera me centré en el perro.
Trabajar con animales es más vocacional que otra cosa. Y, si me apuras, más que eso: una manera de estar el mundo. ¿Qué te enseñan?
Si mal no recuerdo, Santiago Ramón y Cajal decía que la biología le había permitido saciar sus inquietudes intelectuales y, a la vez, sus inquietudes estéticas. En mi caso, que estudio, convivo y me comunico con perros —esos seres que no sufren las angustias existenciales propias de los humanos— añadiría que la biología también me ha proporcionado un bienestar emocional. La experiencia de comunicarte con otra especie es algo muy enriquecedor.
«La biología me ha proporcionado un bienestar emocional».
Trabajar con perros me ha enseñado lo mucho que tenemos en común. No es ninguna sorpresa, ya que el grupo de los primates, del cual formamos parte, y el de los carnívoros, del cual forma parte el perro, divergieron hace solamente unos 100 millones de años. Desde el punto de vista evolutivo es poco tiempo si tenemos en cuenta que los primeros seres vivos se originaron hace 3.800 millones de años. Esto significa que hemos estado compartiendo ancestros el 97% del tiempo desde que surgió el primer ser vivo del cual todos descendemos. El hecho de estudiar las interacciones de los hombres con el resto de animales —algunos son amados, otros comidos y otros odiados— también me ayuda a entender mejor la naturaleza humana. Somos familia.
«La experiencia de comunicarte con otra especie es algo muy enriquecedor».
Cuéntame en qué consiste actualmente tu trabajo
Consiste principalmente en lograr que la convivencia entre ambas especies, es decir entre perros y humanos, sea lo más agradable posible. Además, imparto clases de etología a estudiantes de auxiliar veterinario y a estudiantes que quieren ser técnicos de terapias asistidas con canes.
Háblame de los perros. Cuál fue tu primer perro y cuál el trayecto que has recorrido hasta convertirte en un experto en comportamiento canino.
Los primeros perros de mi vida no fueron míos, sino de mis primos que veraneaban al lado de nosotros. Esas primeras experiencias, sin duda, dejaron huella. Recuerdo que me levantaba muy temprano y que en compañía de un setter y tres o cuatro pachones navarros hacía mis expediciones por el monte del Maresme. Estoy seguro de que si no hubiese estado tan bien acompañado, el radio de acción de estas primeras exploraciones naturalistas hubiese sido mucho más corto. Cuando ya fui mayor tuve a Branca, una cocker, que era todo bondad, y ahora vivo con Uma, una vizsla, que ya tiene 10 años.
En mi opinión, una de las experiencias más enriquecedoras de tener perro es el vínculo que puedes establecer con él. Y, sin embargo, cuán poco veo yo ese vínculo. Hablo de un vínculo más profundo y menos evidente que el de pasearlo y darle de comer, un vínculo que es fruto de la observación y del contacto diario, de un estar juntos, en el que las emociones juegan un papel importantísimo en tanto que contribuyen a formar un lenguaje común. No sé si estoy en lo cierto.
Actualmente, tener un perro es un fenómeno que va en aumento, y la publicidad se encarga de venderlo como un requisito más para alcanzar cierto ideal de felicidad. Esto conlleva que algunas personas lo adquieran como si fuera un producto más, con un desconocimiento absoluto de lo que supone tener un perro, lo cual contribuye a que no se llegue a crear ese «vínculo» que tú comentas.
«Hay personas que adquieren un perro como si fuera un producto más».
De todos modos, dicho vínculo existe y yo lo percibo a diario. Una de las condiciones principales para que éste se dé es el aspecto del cachorro, que provoca lo que los etólogos denominan la «cute response», la capacidad de enternecernos ante un ser que presenta los rasgos físicos propios de la cría de un mamífero. Otra condición es el placer que experimentamos al acariciar un ser peludo. Si añadimos, además, nuestra propensión a cuidar otros seres y nuestra capacidad de «humanizar», esta suma de factores fomenta la creación de fuertes lazos afectivos.
He sido testimonio de relaciones extraordinariamente fuertes. Recuerdo perfectamente el caso de una familia que me contó que su abuelo determinó que sus cenizas fuesen mezcladas con las de su perro. Este hombre no quiso que fuesen las de su mujer, ni las de sus hijos, ni las de sus padres o las de sus hermanos. ¡Quiso que fueran las de su perro!
Esta anécdota es realmente reveladora y no puedo evitar relacionarla con un descubrimiento arqueológico en el cual se encontró a un individuo de 12.000 años de antigüedad que apareció enterrado junto a un cachorro. Es probable que ambos hombres, que vivieron en periodos tan alejados en el tiempo, experimentasen el mismo tipo de vínculo con el perro.
Y eso nada tiene que ver con humanizar al perro sino, al contrario, en fomentar su naturaleza y, a la vez, también la nuestra, pero no en tanto que humano y animal, sino en tanto que dos seres vivos que han encontrado su propia manera de comunicarse. Y ahora que tanto se tiende a humanizar al perro, sobre todo en las ciudades, cuando veo a alguien que tiene ese tipo de vínculo con el suyo me parece extraordinario.
Los humanos tenemos una gran tendencia a humanizar. Se han hecho experimentos con figuras geométricas que se mueven y se ha podido constatar que las personas tendemos a atribuirles motivaciones. El hecho de antropomorfizar al perro deriva, en primera instancia, de la ventaja evolutiva que suponía saber cuáles eran las intenciones de otros humanos. Más adelante, dicha capacidad fue muy útil para nuestros ancestros cazadores y recolectores, ya que predecir cómo se comportaría determinado animal facilitaba la caza. Y, por último, el hecho de ser capaces de meternos en la mente de otro ser vivo fue crucial para la domesticación del perro y demás animales.
«Los humanos tenemos una gran tendencia a humanizar»
Esta tendencia tan arraigada de antropomorfizar facilita que consideremos al perro como uno más de la familia y, por lo tanto, le pongamos un nombre. Sin embargo, eso tiene sus limitaciones y, en ciertos casos, se cometen los errores que comentas: les atribuimos una inteligencia similar a la nuestra, pensamos que pueden comunicarse de la misma forma en que lo hacemos nosotros y les atribuimos emociones complejas, como orgullo, venganza, vergüenza, etc…
Tú llevas muchos años dedicándote al aprendizaje canino, pero en realidad a quien enseñas es a los dueños, ¿no?
Actualmente hay personas que no aceptan el término «dueño» y prefieren emplear el de «cuidador» o «padre adoptivo». Es cierto que de la palabra «dueño», que todo el mundo entiende perfectamente, se desprende que el perro es una posesión. De todos modos, también lleva implícito una responsabilidad y, por supuesto, no comporta que pueda ser tratado como un objeto inanimado. El término «tutor» quizás sería más apropiado para describir a las personas que trabajan en las protectoras y facilitan la adopción. Por otro lado, el término «padre adoptivo» lo encuentro demasiado antropomórfico. Particularmente ninguno es de mi agrado y el hecho de que actualmente todo tiene que ser políticamente….
Pero el término «dueño» no tiene por qué ser peyorativo, claro que indica posesión, ¿y?, es nuestro perro, y lo cuidamos y estamos orgullosos de hacerlo. Si seguimos así, dentro de poco ya nadie podrá decir «mi marido», «mi mujer», «mis hijos» o mis padres», ni siquiera «mis amigos», porque también implica posesión. Resultan muy irritantes estas tonterías, como «yo soy su humano» o cosas peores, como «soy su mamá». Son tiempos muy infantilizados y estúpidos, y de una enorme ignorancia.Perdona, te he interrumpido…
Bueno, para continuar con tu pregunta anterior, mi trabajo consiste en enseñar a los dueños a tratar a sus perros. Por eso en mi profesión no deben gustarte únicamente los perros, sino que también tienen que gustarte las personas.
¿Crees que todo el mundo tiene capacidad para tener un perro?
La falta de conocimiento, de dedicación y de condición física son lo motivos principales que amenazan la convivencia entre el perro y su dueño. Podríamos decir que el éxito de una buena relación se basa en 5 puntos fundamentales:
1). Una buena elección según nuestro estilo de vida.
2). Procurarle una correcta sociabilización durante los primeros meses.
3). Saber interpretar su comportamiento.
4). Tener una idea aproximada sobre cómo el perro percibe el mundo.
No puedo quitarme de la cabeza una señora mayor que quiso adoptar un perro y le dieron un Shar pei, un animal especialmente difícil. Pobre mujer.
Qué opinas de las campañas del ayuntamiento de Barcelona para fomentar la adopción, pero luego las políticas de bienestar animal son incapaces de ofrecer espacios decentes para cubrir las necesidades básicas del perro. Rincones malolientes como los pipicanes, una playa con cabida solo para sesenta perros, la entrada prohibida en la mayoría de parques, y una perrera de la que deberían avergonzarse, en fin, es una ciudad que vive de espaldas a los animales. Me pregunto quién asesora a esa gente.
No tengo la menor idea de quién asesora al ayuntamiento. En mi opinión, en las campañas de adopción se debería advertir que si adoptamos un perro de una protectora el grado de incertidumbre es más elevado y, en consecuencia, cabe la posibilidad de que el proceso de adaptación al hogar sea más largo o dificultoso. Pienso que las personas deberían disponer de esta información para poder valorar si en el momento vital en el cual se encuentran es el adecuado para llevar a cabo dicha adopción.
Las políticas de bienestar animal del ayuntamiento de Barcelona son del todo insuficientes.
Actualmente la ciudad de Barcelona dispone de 41 áreas de recreo para perros de 400 metros cuadrados, o más, y de 72 áreas de una superficie menor. A mi modo de ver, este número es insuficiente. Si tenemos en cuenta que en el 15,2% de los hogares del municipio vive un perro, el consistorio debería destinar un porcentaje similar dedicado a los canes en todas las superficies de los escasos parques y zonas verdes de Barcelona. Si aplicásemos dicho porcentaje, parques como el de la Ciutadella o el de la Oreneta tendrían, aproximadamente, unas 2,6 hectáreas (26.000 m2) para perros. Por supuesto, estos espacios no deberían ser lugares diáfanos sino entornos complejos: con vegetación, superficies distintas, recovecos, distintos niveles, con sitios con sombra, abrevaderos, etc.
Esta es una de las áreas que el ayuntamiento de Barcelona destina a los perros para que corran, a las que se le ha ocurrido llamarlas «pipicanes», vaya desacierto, es decir, un espacio para que orinen. Se halla en el parque del Turò Park, y se accede desde la calle, porque desde que la señora Colau es alcaldesa de la ciudad, están prohibidos los perros en él.
Otra medida que contribuiría a paliar la falta de espacios para perros sería la implementación de las zonas de uso compartidas. En municipios como Madrid o Sant Cugat del Vallès ya hace tiempo que se aplica dicha norma, con franjas horarias, pero, desgraciadamente, en Barcelona, —pese a que estaba prevista en la ordenanza municipal del 2014—, todavía no se ha implementado. Considero también que es muy importante que las vallas tengan una altura superior a los 80 cm, como en muchas áreas para perros, con el fin de que no puedan escaparse y evitar que no se ponga en riesgo la integridad de nadie. Creo firmemente en el dicho menorquín que dice que «bones tanques fan bons veïns» (buenas verjas hacen buenos vecinos).
Parque del Turò de Can Mates, que el ayuntamiento de San Cugat del Vallés destina a los perros, un área que nada tiene que ver con las del consistorio barcelonés.
En un país, como España, donde el maltrato animal está a la orden del día, empezando por los galgos y acabando por los toros, parece que comienzan a tomarse algunas cosas más en serio. La nueva ley de protección animal, por ejemplo, es un paso; aunque el PSOE no quiere incluir en ella a los perros de caza. ¿No te parece una incongruencia cuando la mayoría del maltrato animal se comete precisamente a los perros de caza?
Reconociendo la enorme dificultad que supone legislar y gobernar es cierto que este aspecto que comentas puede comportar que, a pesar de la nueva ley, persista la problemática.
En lo que sí me parece ver avances es en la sociedad civil, la gente está mucho más concienciada con respecto a unos años atrás. Las instituciones son otro cantar, pero la sociedad civil está respondiendo muy bien a los nuevos planteamientos del siglo XXI: cambio climático, alimentación sana, y defensa de los animales, por citar solo tres, es decir, otra manera de vivir en relación con la naturaleza. ¿Qué opinas?
Si nos lo miramos desde una perspectiva global, yo diría que nuestra manera de comportarnos refleja la vulnerabilidad intelectual de nuestra especie. De todos modos, se han alcanzado ciertos logros que no están nada mal para un primate que hace solamente 70.000 años corría por la sabana africana.
Nuestra complejidad da pie a que seamos capaces de lo mejor pero también de lo peor. Tu pregunta me hace pensar sobre un concepto que introdujo por primera vez el filósofo y activista Peter Singer. Él reflexiona sobre nuestra tendencia a preocuparnos por el bienestar de los animales, y señala que nuestra capacidad de preocuparnos por los demás adquiere la forma de una pirámide de círculos cada vez más amplios.
«Nuestra complejidad da pie a que seamos capaces de lo mejor pero también de lo peor».
El primer círculo —que está en el vértice superior de la pirámide— consiste en preocuparse de uno mismo, pues si una persona no está bien consigo misma no podrá ayudar a los demás; el segundo círculo consiste en preocuparse por la familia; el tercero está constituido por el grupo o tribu; el cuarto círculo está formado por su nación y, en un nivel inferior, reside el círculo que incluye a toda la humanidad. Si todos estos círculos gozan de un bienestar suficiente, ya podremos preocuparnos por el último círculo, aquel que engloba al resto de los animales.
«Desde una perspectiva global, diría que nuestra manera de comportarnos refleja la vulnerabilidad intelectual de nuestra especie».
Lo que permite que progresivamente podamos incluir los círculos más amplios viene determinado por la disponibilidad de recursos. De todos modos, es posible que, entre el círculo de la humanidad y el círculo que engloba a todos los seres vivos, exista uno intermedio que solo engloba a los animales domésticos. O quizás, lo que realmente ocurre es que para las personas que comparten su intimidad con un perro existe un nuevo círculo que engloba a estos animales y que, incluso, tienden a situarlo por encima de otros círculos que engloban a personas, con el consiguiente asombro e incomprensión que dicho fenómeno comporta en algunos.
Recomiéndanos un libro sobre perros o animales que te haya gustado.
Bien Natural: los orígenes del bien y del mal en los humanos y otros animales, de Frans de Waal.
Hemos pasado unos días de vacaciones en el Hotel Cruells (www.cancruells.com), en pleno Pirineo catalán, que está ubicado en la Collada Toses, concretamente en el kilómetro 136, muy cerca de Planolas. Si os gusta la paz y la tranquilidad y deseáis huir de los avisperos de la costa, este es el lugar perfecto; y, además, un auténtico paraíso para los perros. Desde hace un año, Marc y su hermano Borja son los propietarios y responsables de este hotel de montaña que han acondicionado para ofrecer un mejor servicio a sus huéspedes. El hotel cuenta con pocas habitaciones, algunas de ellas con salida al exterior, y con dos cabañas de madera que se hallan en lo alto del terreno del hotel, y desde las cuales puede contemplarse una hermosa vista. De hecho, el hotel rezuma naturaleza por todas partes.
Cuando llegamos salimos a dar un paseo y nos sorprendió un aguacero, llovía a borbotones y nos empapamos. Pero, a decir verdad, después de los calores barceloneses, casi la recibimos con honores.
Marc y Borja son exigentes y desean lo mejor para sus huéspedes, razón por la que el hotel está en vías de remodelación. O dicho de otro modo, siempre están intentando mejorar y proveerlo de lo que adolece. Entre sus próximos objetivos hacer una zona de confort para el invierno, pese a que todas las habitaciones tienen calefacción, falta una sala de estar cuando en invierno anochece pronto. En verano, sin embargo, al hotel no le hace falta nada. Tiene una pequeña piscina (cubierta en invierno) por si a uno le apetece darse un chapuzón.
Mención aparte merece la comida. Se nota que hay un buen cocinero detrás de los platos que te ofrecen. En los fogones está Borja, que vive la cocina como nadie; de hecho, se ha formado en la prestigiosa Escuela de Hostelería Hofmann, con eso está dicho todo. Un deleite para el paladar. La elección, la cocción, la presentación, todo muy cuidado y de excelente calidad. No hace falta alojarse en el hotel para probar los platos de Borja, que sin duda exigen parada obligatoria. Eso sí, el martes, cocinero y pinches se toman un descanso. Entonces la opción de los martes puede ser Ca la María en Fornells de Montaña, a pocos kilómetros, un lugar que siempre está lleno (será por algo), pero podéis llamar y reservar (34 972 73 61 63). Mucha brasa y trinxat y platos típicos de esas tierras.
El hotel y su entorno es un auténtico paraíso para los perros, que disponen de un amplio terreno para corretear. Eso sí, en el comedor no están permitidos, pero ya se sabe. De todas formas, en verano, el hotel habilita un porche para servir comidas fuera, y solucionado el problema. Si, además, sois andarines, ahí los senderos no se acaban. Marc y Borja os asesorarán acerca de las excursiones que podéis hacer, y disponen de mapas y folletos informativos acerca de las múltiples opciones que os ofrece la zona. Y si practicáis el esquí, a pocos kilómetros está el valle Nuria y la estación de la Molina.
Han sido unos días deliciosos, el magnífico entorno, el hotel, y el trato de Marc y Borja sin duda han contribuido a ello. Merece la pena que vayáis con vuestros perros. Os lo agradecerán de por vida.
Una de las ediciones en castellano de Flush, de Virginia Woolf.
Si alguien me pidiera que recomendara un libro sobre un perro, ese libro sería Flush,de Virginia Woolf. Es sabido que la escritora inglesa era una gran amante de los perros; de hecho, toda su vida estuvo rodeada de ellos. Sin embargo, Flush, el protagonista de este libro, no fue un perro suyo, sino de la poeta Elizabeth Barrett (1806-1861), esposa del también poeta Robert Browning.
La escritora inglesa Virginia Woolf siempre vivió rodeada de perros.
Publicado en 1933, Flush cuenta las peripecias, travesuras, cotidianidades y manías de este simpático cocker spaniel, del que se vale Virginia Woolf para hablarnos de Elizabeth Barrett —autora de los famosos Sonetos del portugués—, desde sus años vividos en la brumosa y húmeda Londres, en la famosa casa en el 50 de Wimpole Street, recluida en su habitación del piso de arriba, sin apenas salir, postrada en la cama a causa de los dolores por la extraña enfermedad que padecía, hasta su fuga con el poeta Robert Browning a Italia, concretamente Florencia, ciudad donde ambos establecieron su residencia, alejados de los fríos inviernos londinenses, donde la bonanza del clima mediterráneo les resultó tan reparadora.
Un cocker spaniel, como Flush, pintado por Vanessa Bell, hermana de Virginia.
También lo fue para Flush que, de la noche a la mañana, se convirtió en un perro feliz. Merodeaba por las callejas, donde todo el mundo lo conocía, entraba en los establecimientos, en los que siempre era bien recibido, y no había día en que no se llevará a la boca algún que otro exquisito bocado. Florencia fue para Flush, la compensación a sus tristes años pasados en Londres, los largos días transcurridos junto al lecho de su dueña, en Wimpole Street, de la que no se separaba de su lado, hasta el día en que Elizabeth, desafiando la autoridad paterna, decidió abandonar su hogar para marcharse con el poeta Robert Browning a Italia, a la que ambos llegaron después de un larguísimo viaje en tren, que, para Flush, lejos de suponer un suplicio, fue una alegría inmensa, una alegría que ya no lo abandonaría, ni siquiera cuando, de mayor, se tendía en la plaza y dormitaba bajo la sombra de un árbol, ni siquiera entonces le abandonaría esa alegría.
Manuel Sainz y Belén Rubio son los propietarios y responsables del Centro Canino Brunete (Madrid), una de las mejores residencias caninas que actualmente hay en España. Se halla en un lugar idílico, en pleno campo, en el llamado Camino de las Caudalosas, s/n, en Brunete (www.centrocaninobrunete.com), a solo media hora de Madrid. Está dotado de unas instalaciones impecables y de todos los servicios necesarios para que los perros estén bien atendidos durante su estancia en el Centro. Togetherdogs ha tenido ocasión de visitar el lugar y entrevistar a BelénRubio que nos cuenta cómo nació este proyecto, cómo fueron los inicios y en qué ha acabado convirtiéndose Centro Canino Brunete.
Según tengo entendido, Centro Canino Brunete se crea en el año 2010 como residencia canina. Cuéntame ¿Por qué decidís emprender un proyecto como este?
Manuel viene de familia de autónomos, con negocios propios, y estudió marketing. Trabajó un tiempo por cuenta ajena, pero siempre había querido emprender algún negocio. Además, es un amante de los perros y el adiestramiento es su afición. Yo, por mi parte, estudié veterinaria y me especialicé en pequeños animales, pero la idea de montar una clínica en Madrid, donde, a mi juicio, hay un exceso de clínicas, no me entusiasmaba. Como dueños y entusiastas de los perros, nos dimos cuenta de que en Madrid no conocíamos residencias caninas de lujo o, por lo menos, no de la calidad suficiente donde pudiéramos dejar a nuestros perros, o que yo, como veterinaria, fuera capaz a de recomendar a mis clientes, que, cuando se iban de vacaciones, constantemente me preguntaban por alguna residencia de mi confianza.
Además de residencia, el Centro cuenta con un servicio veterinario para los perros residentes, y también de adiestramiento canino. ¿Cómo compagináis tanto trabajo? ¿Cuántas personas trabajáis en el centro?
Cuando empezamos, Manuel trabajaba jornada completa y yo media jornada (porque la otra media continuaba trabajando en clínica), y, además, contábamos con un chico que nos ayudaba. No obstante, con el tiempo fuimos teniendo cada vez más trabajo y, ahora, somos siete personas trabajando jornada completa y una media jornada.
Al principio Manuel y yo hacíamos de todo. Durante muchos años, yo he supervisado toda la parte veterinaria de la residencia, pero también todos los proyectos relacionados con el núcleo zoológico, promocionaba la residencia, limpiaba las instalaciones, paseaba perros, regaba los árboles, daba comidas… Con el tiempo, la cantidad de trabajo se ha multiplicado, lo que ha supuesto que poco a poco hayamos ampliado la plantilla y ahora, aunque todos hacemos un poco de todo, quizás algunos estamos más especializados en unas cosas y otros en otras.
En la actualidad, todos los empleados son auxiliares veterinarios, dos son adiestradores profesionales y, aunque todos ayudan al funcionamiento diario de la residencia (limpieza, paseos, comidas), los adiestradores tienen su parcela, y yo me encargo de la supervisión. Y el hecho de tener más ayuda nos permite a Manuel y a mí gestionar la empresa con más tranquilidad.
El Centro Canino Brunete está ubicado en pleno campo. Y las instalaciones cuentan con todo lo necesario para satisfacer las necesidades de los animales. ¿Cuántos perros puede albergar la residencia? Explícanos cómo son estos espacios.
La residencia está formada por un edificio que consta de 40 habitaciones, una suite, una habitación para perros pequeños, una consulta veterinaria, una peluquería o sala de baños, varios almacenes y una habitación para el personal. Las habitaciones normales tienen 20 metros cuadrados, que están distribuidos en una zona interior, un pequeño porche y una zona al aire libre. La suite es una habitación amplia para perros pequeños y medianos que no están acostumbrados a acceder continuamente al exterior. Y la habitación de los pequeños es una sala grande que está dividida en corralitos para perros mini o toy.
Pese a que las habitaciones son amplias y cómodas, la clave de la residencia es el ejercicio que hacen los perros. Tenemos 12 parques de recreo que permiten que, incluso con la residencia al 100% de ocupación, podamos sacarlos a todos a jugar, correr, hacer sus necesidades por la mañana y por la tarde y que no pasen todo el día en el mismo sitio. De manera que cuando los perros salen a pasear y vuelven a sus habitaciones habiendo hecho ejercicio, tiene más hambre, están más tranquilos y disfrutan del descanso que les proporcionan las mismas.
En Brunete hace mucho frío en invierno y mucho calor en verano, ¿cómo solucionáis este problema?
Tenemos calefacción por suelo radiante en la zona interior de las habitaciones para el invierno y nebulizadores de agua en los patios y piscina en verano. Además, las habitaciones se construyeron en un edificio muy aislado que permite conservar muy bien la temperatura, independientemente del frío o el calor que haga en el exterior. La calefacción permite que en invierno, aunque mantengamos las habitaciones abiertas para ventilar bien, el perro siempre tenga una zona caliente donde tumbarse y, por la noche, como duerme cerrado en la zona interior tiene una habitación bien caliente para descansar a gusto.
En cuanto llega el verano, ponemos toldos en los patios para que tengan más sombra y utilizamos los nebulizadores en los porches, que producen frescor en el patio pero sobre todo consiguen bajar bastante la temperatura de la nave, incluso en los días más calurosos del verano, de manera que aunque en el exterior se alcancen los 41 ºC, la zona del interior siempre está fresquita.
Y la última novedad, que la incorporamos en el verano de 2020, es la piscina, que es muy apetecible en verano para los perros a los que les gusta el agua y, sobre todo, para los que están acostumbrados a bañarse en la piscina de su casa.
Se trata de una piscina que tiene escalones para que el perro que quiera se remoje las patas o pueda hacerse unos largos. En la piscina solemos usar juguetes, que tiramos a los perros nadadores para que así hagan ejercicio durante las sesiones.
Como bien sabes, algunos perros se estresan cuando se separan de sus dueños y van a un lugar que no conocen, ¿Qué hacéis en estos casos?
Acudir a una residencia por primera vez estresa a casi todos los perros, es como el primer día de guardería de un niño. Lo que intentamos es minimizarlo y, sobre todo, que la adaptación sea lo más rápida posible. Procuramos ponernos en el lugar del perro y así podemos ayudarle mejor. Si conocemos la vida que lleva en su casa podremos intentar construirle una vida parecida, es decir, si con su propietario sale dos o tres veces al día a hacer sus necesidades y a interaccionar con otros perros, lo sacamos dos veces al día y les dejamos jugar un buen rato; si en su casa comen un buen pienso o lata, o bien comida casera, les damos la posibilidad de que siga comiendo lo mismo.
Un aspecto importante es conocer su carácter, en eso nos orienta un poquito el dueño, pero sobre todo los adiestradores y etólogos que trabajan en el Centro (porque a veces no tiene nada que ver el comportamiento que tiene el perro con su dueño que el que presenta cuando está solo). Saber cómo es el animal, nos ayuda para poder buscarle un compañero de juegos, o simplemente otro perro que le haga compañía, o, por el contrario, saber que es mejor que esté solo si no le gusta tener vecinos. Si son perros sociables su adaptación es mucho más fácil, porque en cuanto se dan cuenta de que pueden jugar se les pasan rápido las penas.
Y por último, disponer de un personal formado y cualificado que conozca el comportamiento de los perros, que tenga mano con ellos, que sea observador y tenga paciencia, lo que permite que, enseguida, detecte si el animal come con regularidad, si no está a gusto con su compañero de habitación, si necesita más mimos, si precisa ayuda para comer, etcétera…
¿Los perros están en libertad, pueden correr y jugar al aire libre durante la mayor parte del día? ¿Cómo transcurre una jornada para un perro residente?
Realmente pasean en «semilibertad», es decir, los sacamos de sus habitaciones con correa a los parques de recreo, que son amplios vallados de arena y arbolados, y allí les soltamos para que jueguen, sin correas ni collares, también sin juguetes para evitar peleas… Pasean dos veces al día. Cuando vuelven de los paseos, reposan un poquito, beben agua y les damos la comida o la cena.
Por la mañana, mientras paseamos a los perros, aprovechamos para limpiar todas las instalaciones, tanto por dentro como por fuera. La limpieza es un aspecto fundamental en el funcionamiento de nuestra residencia. Por la tarde, se hace un repaso de esa limpieza, pero es, por la mañana, cuando la hacemos a fondo. Después de pasear y comer, comprobamos que todos hayan terminado sus raciones, que estén contentos y tranquilos y descansen hasta la siguiente salida.
Por la noche, los perros duermen en la zona interior de las habitaciones, sin tener acceso al exterior. Les cerramos las puertas a última hora y, de esta forma, nos aseguramos de que, por lo menos, las horas nocturnas descansan ellos y los que dormimos en la misma finca. El descanso es fundamental para que los perros se estresen menos, para que asimilen la comida y no adelgacen, para que no ladren sin cesar y se queden afónicos.
¿Qué requisitos exigís para que podáis admitir un perro en vuestra residencia?
El más importante es que el perro sea sociable con las personas, es decir, que podamos manejarlo. Si no deja que nos acerquemos a él es imposible que le podamos cuidar en condiciones. Hay perros que el primer día, por miedo, no dejan que los cojamos con facilidad, pero eso no es importante porque en cuanto nos conocen las cosas cambian. Sin embargo, si aun conociéndonos es un perro que nos muerde, no podemos alojarlo.
«Si un perro nos muerde, no podemos alojarlo», aclara Belén.
Después deben cumplir unos requisitos veterinarios, el más importante es estar exentos de cualquier enfermedad infecciosa, es decir, que si viene de casa con diarrea, tos u otra sintomatología que no está chequeada por su veterinario y que no sea él el que nos garantice que el proceso no es infeccioso, tampoco pueden quedarse.
Además, deben estar vacunados de rabia, polivalente y tos de las perreras, desparasitados internamente y con una pipeta antiparasitaria en vigor.
No aceptamos collares antiparasitarios porque al jugar pueden romperlos, ingerirlos…, y como las pipetas hacen la misma función, preferimos estas últimas. Mientras cumplan estos requisitos, aceptamos a todos los perros, de todas las razas y edades, en celo o sin él, con medicaciones crónicas de cualquier tipo (gotas óticas, colirios, insulina inyectable, tratamientos orales…)…
En definitiva, ¿en qué creéis que Centro Canino Brunete se diferencia de las demás residencias caninas españolas?
Pues creo que son dos cosas las que nos diferencian, por un lado la calidad de las instalaciones. La inversión que hemos hecho en ellas hace que sean unas instalaciones muy preparadas, cómodas, duraderas y muy confortables, que garantizan la higiene, la ventilación y la prevención de enfermedades. Después de haber visitado muchas residencias y de conocer a fondo el comportamiento y las necesidades de muchos tipos de perros, creo que nuestras instalaciones están muy pensadas. En segundo lugar el personal, el hecho de ser yo veterinaria y Manuel adiestrador, que los empleados sean auxiliares veterinarios y adiestradores y que sea una plantilla fija, indefinida y no temporal, hace que todos conozcamos el funcionamiento de la residencia perfectamente, que conozcamos a nuestros clientes, y sobre todo que sepamos tratar bien a nuestros huéspedes, los perros.
«Dos cosas nos diferencian de otras residencias caninas: la calidad de las instalaciones y el personal», nos dice Belén.
Tener un perro exige dedicación, pero tener un montón de perros requiere dedicación absoluta. ¿Hacéis vacaciones? ¿Quién os sustituye, si es que sois sustituibles?
Eso es lo más complicado de este negocio, porque vamos un poco al revés que la gente. Los primeros años no hacíamos más que una semana de vacaciones al año, pero el hecho de tener más personal nos ha permitido a Manuel y a mi coger unas vacaciones medianamente normales a lo largo del año, aunque en verano siempre nos vamos poco tiempo. Al principio éramos insustituibles, ahora tenemos un encargado y un equipo muy serio que conoce el negocio a la perfección y que trabaja tan bien o incluso mejor que cuando estamos nosotros presentes.
«Al principio no hacíamos más que una semana de vacaciones al año», cuenta Belén.
Aun así, el móvil es parte de nosotros y va con nosotros los 365 días del año, por lo que supervisamos nuestro negocio a diario, estemos dónde estemos, pero creo que eso es una actitud bastante común de todos los autónomos… Nuestros empleados tienen muy asumido que la temporada alta es sagrada, así que cogen vacaciones en otros periodos y, la verdad, es que este próximo verano, que ya somos un equipo más amplio incluso, todos los que trabajamos en el centro vamos a coger vacaciones entre junio y septiembre.
Supongo que vuestro negocio se ha visto afectado por la pandemia. ¿Cómo lo habéis vivido?
Pues la pandemia fue un mazazo. No dejamos de ser un hotel de perros, pero un hotel al fin y al cabo. Y el hecho de que la gente primero tuviera prohibido moverse de casa, luego pudiera salir pero no al extranjero, después no sabía si podía o no podía moverse… hizo que los ingresos bajaran, de la noche a la mañana, a cero. Y eso cuando tienes gente contratada, una letra en el banco y unos perros fijos viviendo aquí y que necesitan cuidados, hizo que todo fuera muy complicado.
Nos concedieron dos ERTES, uno total en la primera fase de la pandemia y otro parcial, y gracias a Dios pudimos pedir préstamos a familiares, que ya han sido devueltos, y que nos permitieron pagar la hipoteca el tiempo suficiente hasta que todo volvió a funcionar de nuevo.
Después de la pandemia, el número de perros ha aumentado en la Comunidad de Madrid y la demanda de adiestradores también, nuestros clientes han vuelto a viajar, ya sea por trabajo, vacaciones, eventos… y nos hemos recuperado e, incluso, estamos creciendo. Así que crucemos los dedos y pensemos que lo malo ya pasó, y que solo llegarán cosas buenas.
Tengo entendido que tanto Manuel como tú tenéis vuestra casa junto a las instalaciones. ¿Desconectáis del trabajo? ¿O los perros son una continuidad de vuestra vida?
Vivir en las mismas instalaciones donde trabajamos nos ha permitido tener todo muy controlado durante muchos años, criar a nuestros hijos en el campo y conciliar bien la vida familiar y profesional. También tiene sus inconvenientes, claro, pero siempre los vamos solventando y seguimos adelante. Siempre hemos tenido perros, en plural, ahora tenemos siete, así que si no es por trabajo, es por placer y si no porque son parte de nuestra familia, de modo que sí son una continuidad de nuestras vidas.
La escritora Alicia Giménez Bartlett, autora de la famosa detective Petra Delicado y ganadora de importantes premios —Grinzane Cavour (2006), Raymond Chandler (2008), el premio Nadal (2011), el Pepe Carvalho (2014) y el premio Planeta (2015) entre otros—, siempre ha vivido con perros.
Le gusta tener perros de raza, porque como ha dicho en más de una ocasión: «La estética de un perro de raza me fascina». Sin embargo, eso no quita que no esté muy comprometida con perreras y protectoras, con las que colabora; incluso, en más de una ocasión, ha acogido un perro mayor de una de ellas porque nadie lo quería.
Alicia no come carne y lo único que le falta para ser una auténtica vegetariana es renunciar al jamón de bellota, que le encanta. «Si hubiera un partido jamonista, sería miembro de él. Estamos llenos de contradicciones», dice con ironía. En cualquier caso, es una persona comprometida con el bienestar animal, no cabe duda, y adora a los perros.
Cuéntame, Alicia, ¿desde cuándo tienes perro? ¿Te viene de familia? ¿Naciste ya rodeada de ellos?
Tengo perros desde hace unos treinta años. En mi familia nunca los hubo. Mis padres eran bastante mayores y yo era la última hija en casa. Tanto mi padre como mi madre disfrutaban mucho de los placeres urbanos: cine, restaurantes… de modo que pensaban, con buen criterio, que un perro (que yo siempre reclamaba) les complicaría la vida en exceso.
Me consta que tenías a Irma, un magnífico pastor de Burdeos, espero que sigas con ella.
Sí, Irma ya tiene 8 años, pero continúa con nosotros y es la reina absoluta de la casa.
Tantas cosas que enumerarlas todas es imposible. Las más destacadas desde mi punto de vista son: compañía, cariño, diversión, actividad física, capacidad para hacernos más observadores y sensibles, comprensión del ciclo de la vida, necesidad de cuidar de alguien que siempre te lo agradece. Cuando al verme por la mañana mi perra se pone como loca de contenta, comprendo cuántas cosas le debo.
«Mis amigos dicen que si viviesen otra vida querrían ser el perro de Alicia».
Es sabido que se produce una «mímesis» entre el perro y su dueño. ¿En qué te pareces a él y él a ti?
Ambas somos tranquilas, dormilonas y curiosas.
Sé que te gustan los perros de raza. Hoy en día eso está mal visto. Mucha gente está en contra de los criaderos, pero hay que saber que sin criaderos no habría razas, y que está bien que las haya. Lo importante es hacer crías éticas, y siempre por amor a la raza y no para enriquecerse. Pocos criaderos hay así, lo reconozco. ¿Qué opinas?
No creo que todos los criadores sean poco éticos. De todos modos, se puede comprar un perro de raza y adoptar otro en la perrera. Es una solución salomónica que yo aplicaré a partir de ahora.
Has dicho alguna vez que eres persona poco espiritual y que la convivencia con un perro te conecta con la naturaleza. ¿Sales al campo con él? ¿Cómo te vincula el perro con la naturaleza?
Claro que salgo a pasear con él. Tengo la facilidad de vivir en el campo. Ya estaba muy vinculada a la naturaleza sin necesidad de perro. Los perros me conectan con el lado animal que todos tenemos y, al mismo tiempo, me proporcionan una experiencia casi mística. He dicho alguna vez que si hay una prueba de la existencia de Dios, está en los ojos de un perro.
Tener un perro implica responsabilidades, además de dedicación y ciertas ataduras. ¿Su compañía te ha supuesto algún tipo de «renuncia» en tu vida?
Renuncia es mucho decir, pero me da muchas obligaciones. Quiero que todo sea perfecto para él: alimentación, veterinario, paseos, limpieza…, aunque lo hago con gran placer.
Quien ha conocido la compañía de un perro raras veces puede vivir ya sin ella. El escritor Pérez Reverte dice que nadie que no haya convivido con perros conocerá nunca a fondo hasta dónde llegan las palabras: generosidad, compañía y lealtad. ¿Qué opinas?
Opino que el escritor Pérez Reverte lleva razón, aunque nunca lo he visto fotografiado junto a un perro.
La pena por la muerte de un perro suele ser algo muy doloroso y muy poco comprendido por quienes nunca han vivido una pérdida como esa. «Bueno, total sólo era un perro», he oído decir en más de una ocasión. Y sin embargo, un perro puede significar mucho, y su vida valer tanto o más que cualquier otra. Dime, ¿qué lugar ocupa el perro en tu vida?
Mi perro, y no sólo él sino todos los perros (cuando pienso en ellos en general suelo sufrir por el trato que a veces reciben), es muy importante para mí. Tiene sus derechos y en mi casa siempre se respetan. ¡Se respetan incluso sus manías! Sin embargo, cuando un perro llega al final de su vida y muere de modo plácido, me parece absurdo montar un número y llorar por las esquinas. Toda vida tiene un final en la naturaleza y aceptarlo de manera razonable es lo lógico, lo razonable.
Agatha Ruiz de la Prada dice que su vida habría sido mucho peor sin perros. ¿Cómo habría sido la tuya?
Mi vida sin perros hubiera estado llena de frustración. ¡Corría por la calle tras ellos en cuanto tuve la capacidad de andar! Una vida mucho más triste.
En tu caso, el perro ha trascendido al territorio de la ficción. ¿En qué medida el perro ha influido en tu trabajo como novelista, en tu rutina diaria?
Todos mis perros han tenido la costumbre (sin que yo se lo enseñara) de tumbarse a mi lado mientras escribo. Eso ha sido para mí como una auténtica bendición. De vez en cuando me levanto y los acaricio; tocar su pelo, sentir su respiración me consuela de todas las dificultades que mi oficio comporta.
«Sobrellevo mejor la soledad de escribir con un perro a mi lado».
El actor estadounidense Bill Murray ha dicho que desconfía de la gente a la que no le gustan los perros, pero que si a un perro no le gusta una persona se fía siempre del perro.
Eso es un poco injusto. He tenido perros que ladraban a los homeless con los que se cruzaban y eso me parecía un abuso por su parte. Yo, para mis parámetros personales, desconfío más de la gente que no bebe alcohol y de la que habla demasiado. A cada uno lo suyo.
«La conmiseración con los animales está íntimamente unida a la bondad de carácter, de tal manera que se puede afirmar con seguridad que aquel que es cruel con los animales no puede ser buena persona».
Arthur Schopenhauer
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