«El vínculo con un perro es el más duradero de esta tierra».
Konrad Lorenz
«El vínculo con un perro es el más duradero de esta tierra».
Konrad Lorenz
El Turó Park es uno de los pocos parques que tiene la ciudad de Barcelona, y uno de los más emblemáticos. Se halla en el distrito de Sarriá-San Gervasio. A principios del siglo XX fue un parque de atracciones —de ahí su nombre— en los jardines de la finca de la familia Bertrand-Girona. En 1929, la familia llegó a un acuerdo con el Ayuntamiento y le cedió parte de los terrenos a cambio de poder urbanizar el resto. El Ayuntamiento puso el nombre de Josep Bertrand a una de las calles que circundan el parque. El urbanista y diseñador de jardines Nicolau Marià Rubió i Tudurí se encargó de diseñar el nuevo parque que se inauguró en 1934 y cuyos jardines están dedicados al poeta Eduardo Marquina.
Muchos alcaldes han gobernado Barcelona desde entonces, unos mejores que otros, pero ninguno de ellos ha sido tan nefasto como la señora Colau. No sólo ha infantilizado y parcheado la ciudad de colorines, no sólo ha invadido las calzadas del Ensanche con pedazos de hormigón, donde pretende que los viandantes se sienten a charlar en ellos, no sólo ha convertido sus calles en un scaletrix para las bicis, que siguen yendo por las aceras, sino que, además, ha implantado todo tipo de prohibiciones para los perros y sus dueños. No dudo de que la señora Colau y sus compinches habrán puesto empeño, porque requiere esfuerzo y habrá sido tarea ímproba convertir Barcelona en una ciudad tan sucia, fea y prohibitiva como es ahora.
Ya lo dice con acierto el escritor Javier Marías, que la señora Colau ha convertido Barcelona en una mamarrachada. «Ahora se asemeja a Disneylandia o al Neverland de Michael Jackson, pero en cutre y peor, porque gran parte de las calzadas están pintadas de colorinches. Todo ofrece un aspecto pueril y hortera», señala Marías. «No comprendo cómo los barceloneses no se han echado en masa a las calles para impedir el atropello mayúsculo y la imparable fealdad de su capital tan elegante».
Qué lejos quedan aquellos tiempos de Pascual Maragall, de apertura, internacionalización y entusiasmo, y del que tan poco ha aprendido el actual consistorio barcelonés. La señora Colau se jacta de ser progresista y animalista, y sobre todo dialogante. «Barcelona es una ciudad que acoge a los perros» ha declarado con desfachatez en más de una ocasión (véase en Togetherdogs: Carta abierta a Ada Colau, junio 2021). Sus políticas de bienestar animal han sido desastrosas, con la construcción de esos espacios inmundos, reducidos e insalubres llamados pipicanes, por no hablar de la perrera municipal, de la que debería avergonzarse.
No sólo ha prohibido que los perros vayan sueltos en los parques, sino la entrada en algunos de ellos, como en la Tamarita o el Turó Park, alegando, ante tantas quejas de sus dueños, que son parques históricos. Eso sí que tiene gracia. Es probable que ni ella lo sepa, pero en el Turó Park se hacían exposiciones caninas y las personas circulaban por el parque con sus perros y, en un tiempo, incluso se destinó un enorme parterre para el ocio canino. Y de eso no hace tanto.
Pero es que la señora Colau y su equipo no sólo han expulsado a los perros del parque, sino también a las tortugas y los peces del estanque, al que todos los días, al atardecer, acudía una bellísima garza real que le daba realce a esas aguas. Además, han cortado todos los árboles que custodiaban dicho estanque. «Estaban a punto de caerse», alegan sin tapujos, cuando llevaban casi un siglo, y, de ser así, por qué no los han reemplazado, ni siquiera con setos o arbustos, me pregunto. Más hormigón a cambio, al que tan aficionada es nuestra alcaldesa. En definitiva, ahora lo que en su día fue un estanque es una charca con poca agua, que no se renueva y en la que apenas hay nenúfares.
Había también una colonia de gatos que habitaba en una pequeña parcela del territorio del parque y no incordiaba a nadie. Algunos vecinos se habían encargado de esterilizar y alimentar a los felinos. Y uno podría preguntarse si debían estar allí aquellos gatos. Lo único que sí sé es que desde que no hay gatos hay unas ratas inmensas que merodean al oscurecer y suben a los árboles y se comen los huevos e incluso los polluelos de los pájaros.
De noche, el Turó Park es un lugar inhóspito, oscuro, poco iluminado, porque el ayuntamiento se encarga de que así sea (sucede lo mismo en el parque del DIR en el que si uno decide cruzarlo al anochecer debe andar con tiento para no romperse la crisma), donde hay tirones de bolsos, cuando no botellones e indigentes que malviven allí y defecan y comen y ensucian y lo dejan todo perdido. Ahora todo cabe, menos los perros.
Sí, tiene gracia, la verdad, lo de parque histórico, donde se permite la entrada de ciclistas que arrinconan a los viandantes a su paso o legiones de adolescentes que pisotean el césped cuando juegan al fútbol entre griteríos y pelotazos, donde algunos domingos por la mañana se hacen gincamas con desayunos, globos, y una música ensordecedora que perturba el descanso de los vecinos, por no hablar de la época de los petardos, siempre larga, y que ponen en riesgo la vegetación y causan la huida en bandada de los pájaros que anidan en los árboles de ese llamado «parque histórico». Hoy en día, el Turó Park es un reflejo de lo que es Barcelona, un parque sucio, descuidado, con zanjas, bancos pintarrajeados y una iluminación deficiente. ¡Y eso que no hay perros!
«Llamamos a la Guardia Urbana por el ruido y los actos incívicos que hay durante la noche, pero no vienen porque no tienen efectivos», asegura una vecina.
Los propietarios de perros sólo piden un espacio digno para que sus animales puedan correr, dado que los pipicanes no lo son. En el Turó Park bastaba con vallar un parterre —otros alcaldes así lo hicieron con éxito, y no es tan remoto su tiempo—, pero la opción ha sido otro pipican, al que nadie va, por ser un espacio angosto y sin horizonte, y cuyo hedor llega hasta el otro lado de la calle Maestro Pérez Cabrero. Una verdadera porquería, que los veterinarios no se cansan de prohibir si uno no quiere que la salud de su perro se resienta. Una porquería el parque entero puestos a decir, que más que un parque tiene aspecto de merendero.
Es evidente también que los dueños de los perros deben ser tan cívicos como los invasivos ciclistas o los gritones niños o los histéricos padres que cuando ven a un perro es como si vieran una cobra. Pero si somos cívicos, cabemos todos. El civismo señora Colau, campañas de civismo necesita esta ciudad tan sucia, dejada, y abandonada de la mano dios.
Cada vez hay más perros señora Colau. Dialogue de una vez con las instituciones, las asociaciones de vecinos, los representantes de los distritos, los delegados de los barrios o con los propios perros si hace falta. Esa es su responsabilidad. Dialogue y sea participativa (palabra que tanto le gusta) y haga espacios decentes para estos animales que, le gusten o no, son domésticos y, por lo tanto, forman parte de nuestra sociedad. Al menos subiría un punto en las encuestas, que siempre es mejor que cero.
Recapacite y ponga remedio a sus desastrosas políticas de bienestar animal, de lo contrario corre el riesgo de que le suceda lo mismo que le sucedió al protagonista de El observador de caracoles, el espléndido relato de Patricia Highsmith, que, si no lo ha hecho aún, haría bien en leerlo.
Sally Muir es pintora, y vive en Bath, Reino Unido. Pese a que en su vida ha pintado de todo, podría decirse que principalmente es una pintora de perros. Su obra ha sido expuesta en numerosas galerías, así como en la prestigiosa Royal Academy of Arts, en Londres, y ha recibido importantes galardones.
Sally Muir ha publicado, además, varios libros, entre ellos Un perro cada día, que es el resultado de un proyecto que inició en Facebook, llamado A Dog A Day, donde diariamente Sally publicaba el dibujo de un perro, de todos los tamaños, razas y mezclas, es decir, trescientos sesenta y cinco perros que son los días que tiene un año.
Sally ha tenido perros toda la vida: «Mis padres tuvieron hasta cuatro generaciones de caniches entre los años cincuenta y sesenta. A principios de la década de los setenta se pasaron a los lebreles afganos, Casanis y Ottoline, que eran madre e hija, ambas preciosas, rebeldes y con pocas luces. Después de ellas llegó Battersea, un chucho en apariencia encantador pero que tenía la costumbre de morder a mi madre cuando nadie miraba», explica Sally.
Además de pintar, Muir ha diseñado platos, almohadas, trapos de cocina, siempre con motivos caninos o de otros animales. Sus cuadros son admirados tanto en Gran Bretaña como fuera de ella. Ha expuesto también en España, en la galería Échale Guindas de Madrid, todo un éxito.
Sally, antes de dedicarte a la pintura eras diseñadora de ropa ¿no es así? Y, de pronto, estudias Bellas Artes y te dedicas a pintar. ¿Cuándo fue eso, cómo y por qué?
Trabajé durante muchos años como diseñadora de prendas de punto con Joanna Osborne, nuestro negocio Muir & Osborne sigue funcionando, dirigido por Jo. Y recientemente una empresa estadounidense Rowing Blazers ha rescatado un viejo diseño que usó la princesa Diana de Gales a principios de los años ochenta. Yo siempre había querido estudiar Bellas Artes y nunca había tenido ocasión de hacerlo, así que cursé Bellas Artes con cuarenta años, como una estudiante madura. Y me encantó.
En tu obra has pintado figuras y paisajes, pero principalmente pintas perros. Cuéntanos que te aportan los perros para que se hayan convertido en tu principal motivo pictórico.
Realmente sucedió por casualidad, yo solía pintar niños por encargo y, ocasionalmente, pintaba perros. Pero, poco a poco, la gente empezó a pedirme que pintara perros en lugar de niños, y lo cierto es que me gustó mucho más. De modo que pasé a pintar perros.
Supongo que tu interés por los perros te viene de lejos. Para los ingleses los perros son casi sagrados, pocos ingleses hay que conciban una vida sin perro. ¿No es así? Es un país con mucha tradición en ese sentido. ¿A qué crees que se debe?
Es verdad, es un país con mucha tradición, empezando por la propia reina. ¿A qué se debe?, pues no estoy segura de por qué los ingleses son tan devotos de los perros, pero creo que también muchos otros países lo son, así que no voy a hacer ninguna generalización sobre nuestras peculiaridades raciales, no somos únicos, aunque te diré que, en mi caso, habiendo tenido perros toda mi vida, no puedo imaginar la vida sin ellos.
Tengo entendido que tienes dos Whippets, Lily y Peggy, explícanos cómo llegaron a tu vida y que te aporta su compañía.
Encontré a Lily a través de un anuncio en un periódico local, alguien la había comprado, pero luego encontró otra Whippet que le gustó más, así que la puso a la venta. Tenía seis meses. Ahora tiene 15 años y medio y está muy confundida. Físicamente se conserva bastante bien, aunque está un poco ciega y sorda, pero es bastante feliz.
En cuanto a Peggy llegó de manera imprevista, y no me siento muy orgullosa de ello. Fui a un criadero con un amigo que quería un cachorro de Whippet, y naturalmente ya puedes imaginarte el resto…, pero bueno…, ahora Peggy tiene ya casi 8 años.
¿Qué técnicas utilizas principalmente para pintar tus cuadros?
Me gusta utilizar diversos materiales, ir variando. Cuando se trata de pintar, generalmente utilizo el óleo, pero también he empleado gouache y acuarela. Si se trata de un dibujo suelo utilizar carboncillo y pastel, pero también hago impresión, punta seca, litografía, grabado, lino impresión. Así que utilizo muchas técnicas diferentes.
¿Cómo pintas a los perros? ¿Al natural? ¿O basta con que te den una fotografía?
Siempre pinto con fotografías, es prácticamente imposible pintarlos al natural. Dibujo mis propios perros al natural, claro que duermen mucho, pero si se trata de pintar, raras veces los pinto al natural. Me encanta pintarlos a partir de fotografías, siempre que éstas sean buenas y pueda elegir entre varias.
Dices que los perros y sus dueños te resultan fascinantes, pero, por lo que yo he visto, siempre pintas a los perros sin sus dueños, ¿por algún motivo?
Me gusta la relación que los perros tienen con sus dueños, pero creo que pintar personas me lleva mucho más tiempo y el proceso me resulta casi doloroso, mientras que pintar perros me encanta. Tal vez en un futuro podría intentar hacer algunos dibujos de personas con sus perros.
Se dice que a quien no le gustan los perros no es de fiar. ¿Qué opinas?
Absolutamente cierto.
Recomienda a nuestros lectores el libro sobre perros que más te ha gustado.
Cuando era niña, el libro que más me gustaba y el que leía una vez al año era 101 dálmatas. Es un clásico y aún me gusta. Se lo recomendaría a cualquiera.
Si queréis saber más sobre Sally no dejéis de visitar su web www.sallymuir.co.uk , es un placer ver sus pinturas.
«Si uno está con animales corre el riesgo de ser mejor persona».
Oscar Wilde
«Respecto a los perros, nadie que no haya convivido con ellos conocerá nunca, a fondo, hasta dónde llegan las palabras generosidad, compañía y lealtad».
Arturo Pérez-Reverte
Cumbres de Jacaranda, propiedad de Chus Escolano, es en la actualidad uno de los mejores criaderos de setter inglés y setter gordon de España. Se halla en Brunete, a solo treinta escasos minutos de Madrid. Su merecida fama se la ha ganado a pulso, a fuerza de mucho esfuerzo y de hacer las cosas bien.
Su aventura con los setters se remonta muy atrás en el tiempo. Su abuelo era cazador y siempre tuvo setters ingleses y su madre es una enamorada del setter irlandés. Cuando Chus se casó le regaló a su marido un irlandés del afijo Villajambrina, llamado Duque.
Un año más tarde llegó a su casa Tico, hermano de Duque, cuyo propietario ya no lo quería, que pasó a ser el perro querido y mimado de sus padres. La criadora le propuso entonces que compitiera, y, de la noche a la mañana, Tico se convirtió en campeón de España, Portugal y Gibraltar.
En junio de 2009, en uno de sus viajes a Haro (Zarratón), Chus tuvo la ocasión de conocer a una persona muy especial que tenía un setter gordon, el perro con el que ella siempre había soñado. Se acercó y le preguntó si podía tocarlo, y él le dijo: «Vas a tener un cachorro mío, hijo de este perro. Nacen en una semana».
Esta persona tan amable era Jesús María Satrústegui, ex jugador de fútbol de la Real Sociedad y la Selección Española entre 1973-1986. Y en efecto, a los tres meses, le envió a Darko de Zuasti. Darko supuso para Chus un antes y un después. Fue un perro único e irrepetible, y muy amado por ella.
A partir de entonces comenzó una carrera meteórica de triunfos en los rings, pero, como a Chus le gusta recalcar, comenzó sobre todo un amor profundo por la raza.
El 24 de noviembre de 2011 obtuvo el afijo Cumbres de Jacaranda y entonces se fue a Ámsterdam en busca de una hembra de setter gordon —Sun, su «niña holandesa» (Our Sunshine del afijo Noble Friends)— para poder criar esta maravillosa raza.
En la actualidad, Chus tiene seis setter gordon, nueve setters ingleses, un setter irlandés y un cruce de podenco rescatado de un contenedor en Barcelona.
Pero menos mal que vive en una finca de 5.000 m2, donde tiene una zona para los machos, con sus cheniles de 2×2 m totalmente aislados del frío y el calor, patios de 100 m2 techados, bebederos automáticos, todo solado, y un recinto exclusivo para ellos de más de 1000 m2 junto a la casa, completamente arbolado, donde pasan el día todos juntos y sueltos. Y luego dispone de dos espacios vallados para los cachorros, con casetas techadas y zonas de juego y una piscina para su propio disfrute.
Cinco de sus perros viven en su casa y duermen con ella: tres hembras, un macho, y Ratón, el podenco. Su casa está llena de animales, pues, además de los perros, hay que añadir dos gatos, una chinchilla y Capricho, un caballo con el que suele salir al campo con sus perros.
«En Cumbres de Jacaranda no hay vacaciones ni fines de semana ni nada, es un no parar», dice Chus.
El nombre Cumbres de Jacaranda tiene su historia. En un momento difícil de su vida, Chus compró una yegua anglo hispano árabe de cinco años a la que llamó Jacaranda que, como sabéis, es un árbol que da una flor morada.
La yegua estaba solo iniciada en la doma. Y pronto formaron un perfecto tándem. Era un animal poderoso, con brío y un corazón que no le cabía en el pecho, pura potencia, valiente. «Estábamos hechas la una para la otra. Competimos en salto y era como si voláramos —cuenta Chus—. Paseos interminables por el campo, muchas cosas y sentimientos, mi psicóloga particular, hasta que con catorce años tuvo la mala fortuna de romperse la cadera dentro del box. Diagnóstico: sin solución, tuve que dormirla.
Fue uno de los peores días de mi vida, sentí un dolor tan profundo que aún me duele al recordarlo. Esa es la razón por la que mi afijo lleva hoy su nombre».
Cumbres de Jacaranda no es un criadero al uso. Las camadas son esporádicas, porque Chus no vive de esto, es decir, no necesita criar a destajo para sobrevivir ni pretende enriquecerse con ello. Es licenciada en INEF por la UPM de Madrid y entrenadora nacional de balonmano, y vive de su profesión.
Para Chus, la cría de setters es una afición, un amor por la raza. De hecho, eso cambia mucho las cosas porque, a diferencia de otros criaderos que cuentan con cuarenta perros y no hacen más que criar, lo suyo es realmente artesanal, pura pasión por los setters.
Si partimos de esa premisa puede entenderse que Chus haga camadas de forma esporádica, cada dos años más o menos, por lo que si alguien quiere uno de sus perros deberá ser paciente. Le gusta estudiar minuciosamente los ejemplares que van a ser los progenitores, pedigrís, consanguinidad, y lo más importante: que las pruebas genéticas pertinentes salgan todas bien, esto es, displasias, test de Baer, PRA (Progressive Retinal Atrophy), etc. Además, durante la gestación de sus perras tampoco escatima en pruebas veterinarias: progesteronas, citologías, ecografías y radiografías; y espermograma a los machos. Ella no gana con las crías, a lo sumo cubre gastos.
«El control y el seguimiento de mis perros por parte de mi veterinaria Rosario Bergamín Serredi son exhaustivos, tanto en casa como en la clínica».
Chus no vende ningún cachorro a nadie que no pase por su casa para conocerlo personalmente y que cumpla con los requisitos que ella considera fundamentales para que los perros estén en las mejores manos. «Cuando los cachorros se van, una parte de mí se va con ellos. Yo los traigo al mundo, el primer mes duermen en mi habitación, luego se crían con mis hijos, forman parte de mi vida».
«Por ello, mis perros siempre salen de casa con la certeza de que van a una familia o a un hogar donde los van a querer y cuidar como se merecen. He dicho que no a mucha gente que no considero apta para tener un cachorro mío, cazadores sobre todo, que los van a dejar en una finca solos y que lo único que les importa es el precio».
Chus es una persona que crea vínculos. Cuando sus cachorros se van, la relación con los nuevos propietarios es ya de «amistad». Todos mantienen contacto con ella, incluso algunos perros, con permiso de sus propietarios, salen al ring con ella, y algunos hasta se quedan en su casa en los periodos vacacionales de sus dueños; además, sigue la trayectoria de sus perros porque tiene chats de WhatApp de cada una de sus camadas.
«Un buen criador debe garantizar que sus cachorros estén sanos, que se crían en familia, que son ejemplares muy seleccionados, que sean equilibrados de carácter, y sobre todo, debe ser honesto y tener muy presente la mejora de la raza, así como el amor y pasión por la misma», cuenta Chus.
El setter es un perro de caza y disfruta con ello enormemente, pero Chus no caza porque es incapaz de matar a un animal.
No obstante, le encanta ver a sus perros en el campo y cómo aflora su instinto cazador, y se alegra de que algunos propietarios de sus cachorros los lleven a cazar, pero, como dice: «Yo siempre hago una distinción entre cazadores y escopeteros, estos últimos son los de la España profunda que se ponen la boina a rosca, son la vergüenza del ser humano, los que abandonan, maltratan, asesinan…, me horrorizan. Aunque, todo hay que decirlo, también los compradores tienen mucha culpa, porque quieren perros bonitos y baratos, y eso no existe, y siguen comprando cachorros por 150 euros que anuncian en Internet. En otros países, la cría está mucho más regularizada, pero aquí vale todo».
Cuando se habla de setters suele hacerse una distinción entre línea de belleza y línea de trabajo, esta última una raza algo más pequeña muy buscada por los cazadores porque, según dicen, son más rápidos y veloces para la caza. Eso ha supuesto que muchos criadores de setters, sobre todo en Francia y en el norte de España, críen estos perros que, en modo alguno, cumplen con el estándar.
«No hay una línea de belleza ni una de trabajo —me aclara Chus—. Hay un setter que se rige por el estándar que establece la FCI (Federación Canina Internacional), y eso conlleva muchos requisitos. Se están criando ejemplares pequeños y rápidos, que es lo que buscan muchos cazadores, pero en una exposición de morfología, obviamente estos perros no cumplen con los estándares requeridos. Yo no crío ni tengo ejemplares de estas características, ni cruzaría un perro mío con ninguno de ellos. Para mí son una raza distinta cuya única finalidad es la de cazar. Los perros de estas líneas suelen tener pedigrí, por ello pueden participar en exposiciones, pero no cumplen el estándar, ni tampoco tienen una buena presentación, suelen ser tímidos y asustadizos, no dudo de que en el campo sean maquinas, pero morfológicamente están totalmente fuera del estándar».
Los perros de Cumbres de Jacaranda han participado en numerosas exposiciones y, hoy en día, cuentan con muchos premios y galardones tanto nacionales como internacionales. Pero cuando le pregunto por ese mundo, no se corta ni un pelo y me dice sin tapujos: «En las exposiciones hay demasiados intereses ocultos. Escasean los jueces honestos. Hay mucho amiguismo y demasiado desconocimiento de las razas que se juzgan. Algunos criadores ya llevan escrito “pódium” en la frente antes de salir de casa, todo el mundo sabe eso. De hecho, algunos marcamos con una cruz los jueces a los que no debemos presentar nuestros perros porque ya se sabe de antemano quien va a ganar. Y muchos criadores solo asisten a los certámenes donde sus perros son juzgados por su juez amigo, el cual les garantiza el triunfo. Esta forma de proceder acaba con la afición de cualquiera. Pero es así».
«A partir de ahora voy a seleccionar muy bien a los jueces, ya que algunos con los que me he encontrado a lo largo de mi vida como criadora y expositora no merecen tener el privilegio de juzgar a mis perros».
«Naturalmente hay denuncias, claro que hay denuncias, pero la RSCE (Real Sociedad Canina Española) hace la vista gorda y no sirven para nada. La RSCE simplemente se dedica a poner la mano, cuantos más perros más dinero, el resto no importa. Por no hablar de la exposición monográfica que organiza el Setter Club de España, del que fui socia y dejé de serlo cuando no me vi representada por esta entidad, donde un grupito de cazadores con un juez elegido por ellos consigue los puntos obligatorios que no conseguirían jamás en otros certámenes donde se pone en juego el punto obligatorio como Madrid o Talavera, porque sus perros no cumplen con el estándar. En fin, una vergüenza, eso sí que es deteriorar la raza».
La pasión que siente Chus por los setters es tan grande que, como dice, le ha costado media vida a todos los niveles: «Económicamente es una locura, mucho dinero invertido en exposiciones, veterinario, manutención e instalaciones, y a nivel emocional me ha costado un divorcio y dos separaciones. Cuando me sueltan: los perros o yo, mi respuesta siempre ha sido la misma: “Sal, cierra la puerta por fuera y echa las llaves dentro”».
Chus respeta y entiende que vivir con tantos perros es muy complicado si eso no se comparte y se tiene la misma forma de pensar. Para ella sus animales son como sus hijos, intocables. «A otros niveles me ha supuesto renunciar a muchas cosas, vacaciones, fiestas, viajes, pero como dice mi madre: “sarna con gusto no pica”».
«Junto con mis hijos y mi familia, los animales, sobre todo los setters y los caballos, son mi pasión, los que me hacen feliz, los que me arrancan una sonrisa cada día, los que me consuelan cuando estoy triste y, sobre todo, son los que me quieren con locura sin pedir nada a cambio, me dan paz», dice Chus.
«Si quieres que te diga la verdad, renunciar, renunciar… Yo he hecho lo que siempre quería, vivir en el campo rodeada de perros, caballos, gatos, niños… Me encanta luchar por lo que quiero y me hace feliz, pero, eso sí, me ha supuesto mucho sacrificio en todos los aspectos, muchos disgustos y noches sin dormir, mucho dolor cuando mis perros se han ido (especialmente Darko y también mi yegua Jacaranda). Y personalmente he renunciado a una independencia y, en su momento, a una pareja y a una vida como el resto de los mortales, pero me enorgullece y me llena de felicidad ver a mis hijos disfrutando de esta vida. Realmente mi finalidad es ver crecer a mis hijos amando a los animales como yo lo hago, poner lo mejor de mí para que sean personas honestas y buenas, tal y como a mí me enseñaron mis padres, un ejemplo a seguir y los que han guiado mi vida con unos principios que hoy en día brillan por su ausencia».
«Me enorgullece y llena de felicidad ver a mis hijos amando a los animales como yo lo hago».
Como criadora creo que ya tengo muy consolidada mi línea de perros y muy buenos ejemplares para poder seguir teniendo cachorros en un futuro como hasta ahora.
En cuanto a las exposiciones, he conseguido muchos títulos y he pisado muchos pódiums, creo que voy a empezar a bajar ese ritmo y a ir solo a algunas de forma esporádica. Después de más de catorce años algo he aprendido, y ya no me apetece gastar más dinero y tiempo mientras este mundillo siga estando como está.
Tengo que movilizar muchos perros, niños, y contar con mis padres para pilotar el barco cuando me voy, y eso cada día es más complicado, es preciso entrar en una fase más relajada; esa es mi intención al menos, pero…. nunca se sabe, jajajajaja.
Es sabido que los criaderos de perros no tienen buena fama. Aunque cada vez hay más criaderos que hacen las cosas bien, es cierto que cuando «el río suena agua lleva». Yo tuve la desgracia de caer en el lado malo, en el criadero equivocado. No voy hablar aquí de lo que me han dicho y he oído de Los Vitorones, que no ha sido poco, sino de mi propia experiencia, de lo que lamentablemente me tocó vivir a mi pesar.
Después de unos meses de la muerte de Mina, mi perra setter, decidí ir en busca de otra setter, apasionada como soy de esta raza. Mina había llegado a mi vida de una camada particular, por lo que desconocía los criaderos de setters que hay en España y aún más en el extranjero.
Un conocido me habló de Los Vitorones en Asturias, propiedad de la señora Julia Bango. Me comentó que era un criadero de toda la vida, que su padre ya se dedicaba a la cría de estos perros, y que tenía unos ejemplares preciosos. Vi algunas imágenes en Facebook y me gustaron. Decidí llamarla, me dijo que en aquel momento solo tenía una cachorra de dos meses, y que si la quería disponía de 48 horas para transferirle la paga y señal.
Me la quedé. La recogí con cuatro meses, le pedí las pruebas (displasia de cadera y codos de los progenitores, test de Baer, y posteriormente el pedrigrí), y me dijo que me las enviaría.
A medida que mi perra Maisie, así se llamaba, iba creciendo observé que corría poco, se cansaba, no crecía, no le habían salido las muelas. Al principio pensé que eran simples apreciaciones mías, pero al año y medio mi veterinario se percató de que algo no iba bien. Le hizo unas pruebas que mostraron enseguida que los riñones no le funcionaban. Tenía una malformación renal con un filtraje del diez por ciento. Le quedaba poca vida.
Mi perra no sufría, por lo que se determinó darle la mejor calidad de vida posible. Para ello fue preciso administrarle suero diariamente con el fin de hidratarle los riñones, así como una serie de medicamentos cuyo coste mensual era realmente elevado. Y, aun así, el año de vida que vivió conmigo tras el diagnóstico fue feliz.
Como es natural, mi veterinario, Miguel Janer, llamó a la señora Bango y le envío todas las pruebas clínicas para ponerla al corriente. La señora Bango en ningún momento manifestó la más mínima empatía con el problema, ni conmigo ni con mi perra, que al fin y al cabo en su día había sido suya.
No se prestó a sufragar la mitad de los gastos del tratamiento (más de un criadero ha tenido un gesto así), ni menos aún a devolverme el dinero o incluso parte de él; lo que sí me dijo es que me daba otro perro cuando quisiera. Le reclamé las pruebas que aún no había recibido, me aseguró que me las enviaría enseguida. No lo hizo.
Soy muy consciente de que a cualquier criadero le puede pasar algo así (quiero pensar que ella no lo sabía). Lo que es inadmisible es la reacción de la señora Bango ante un problema de esta envergadura. Como criadero tiene una parte de responsabilidad. Pero la señora Bango vende perros como quien vende tomates. Tras la muerte de mi perra la llamé para comunicárselo y aproveché para decirle que habría esperado una mayor implicación por su parte, dado el desinterés que mostró siempre por el estado de salud de mi perra y por cómo sobrellevaba yo un problema que en buena parte me lo había creado ella.
La señora Bango jamás manifestó ninguna empatía con el problema, como si mi perra no hubiera salido jamás de su criadero.
Se puso enseguida a la defensiva y con tono siempre ofensivo me soltó que no la responsabilizara de mi dolor moral, si quería otro perro, ella me lo daba, pero que aquí se acababa el asunto. «Y si me llega enfermo ¿qué?» le pregunté alterada, «pues mala suerte», me contestó. Por último, volví a reclamarle los papeles, y me respondió que para qué los quería si mi perra ya estaba muerta.
Alguien que responde de este modo a un cliente, porque yo era su cliente, no se merece que nadie le compre ningún perro. Ni siquiera si se lo regala. Fue un episodio muy doloroso para mí y para todos los que quisimos a mi perra. A los perros se los quiere como saben bien los que los tienen.
Mi perra murió con dos años, apenas tuvo vida. En una circunstancia así cualquiera espera que la persona que te ha vendido el perro enfermo se solidarice contigo, o al menos lo haga ver. La señora Bango fue incapaz, se desentendió.
Pasado el tiempo, pude constatar que mi problema con Los Vitorones no había sido un episodio aislado, lo que ha venido a confirmar mis sospechas y hace que me pregunté una vez más: ¿Fue congénito o genético lo que tuvo mi perra? «Difícil de saber —me comenta mi veterinario—, ni siquiera con la biopsia quedó claro, tan estrecha es en este caso la frontera». Así que mucho cuidado con la señora Bango y sus perros.
La señora Bango nunca me envió las pruebas ni los papeles de la perra que me vendió.
Como editora de Togetherdogs, y dada mi experiencia, no recomendaría a nadie que comprara un setter en Los Vitorones, evitaréis que la señora Bango abuse de vuestra candidez y buena fe como en su día abusó de las mías.
Parece ser que su padre era persona de bien, es una lástima que su hija, que vive de la fama de su progenitor, la tenga ya tan desgastada y le sea tan poco merecida. Y con esto ya lo he dicho todo. ¡Ah y por supuesto los papeles de mi perra jamás me los envió!
Dicen que después de lo malo viene lo bueno. Yo tuve suerte, mucha suerte, el destino me puso en manos de Jesús Satrústegui, persona seria y honesta que sabe de setters como nadie y cría muy de vez en cuando si le apetece y le viene en gana. No es un criadero al uso, ni mucho menos, es un lujo.
Jesús me recomendó Cumbres de Jacaranda (véase artículo en Reportajes: Cumbres de Jacaranda), propiedad de la señora Chus Escolano. En cuanto me puse en contacto con ella todo fueron facilidades. Me entregó todas las pruebas y los papeles en regla antes de darme al cachorro.
Y como el perro que te vende es suyo, hace un seguimiento exhaustivo y mantiene una estrecha relación con el propietario.
Si deseáis adquirir un setter inglés os recomiendo que os pongáis en contacto con ella. Y, por supuesto, si un día tenéis algún problema doy fe de que jamás os reaccionará como la señora Bango reaccionó conmigo. Es otro nivel, como dice una amiga mía.
«Los perros no conocen el mal ni los celos, ni el descontento. Sentarse con un perro en la ladera de una montaña en una tarde gloriosa es volver al Edén, donde no hacer nada, no era aburrido: era paz».
Milan Kundera
Desde que mi perra era cachorra la alimenté con pienso Eukanuba. Cuando cumplió cinco años, comenzó con diarreas. Para curarla, le di una dieta a base de arroz hervido con pollo y en tres días ya estaba bien. Cuando volví a darle el pienso volvió con las diarreas. Estuve un par de meses alternando el arroz con pollo y el pienso, y los episodios diarreicos iban y venían. Recuerdo que era verano y me fui unos días al Pirineo aragonés. Allí conocí a una chica que tenía un labrador, y fue ella quien me habló por primera vez de Luposan. Me dijo que probara sus piensos porque eran naturales y no estaban fritos. Yo no había oído hablar de esta marca ni había dado nunca demasiada importancia a las frituras.
Busqué el pienso, pero la mayoría de veterinarios no lo tenía. «Los piensos que no pertenecen a las principales multinacionales del sector son difíciles de encontrar, te sirven tarde y mal, se quedan sin stock, y probablemente son mucho más caros», pensé entonces. Pero cuando llegué a Barcelona vencí mis reticencias, entré en la web y compré a través de su tienda online un paquete de 2 kilos. Mi perra se curó y no volvió a tener diarreas nunca más. No toleraba las frituras. Han pasado más de veinte años de esto que estoy contando. Mina —así se llamaba— vivió casi diecisiete y, en buena parte, atribuyo su longevidad a la alimentación. Desde entonces no he vuelto a dar otro pienso a mis perros.
Hace más de cincuenta años, el alemán Josef Olberts y su hijo Markus, junto con un grupo de gente amante de los perros (criadores, investigadores, nutricionistas, educadores y veterinarios), no satisfechos con los piensos que ofrecía el mercado, decidieron elaborar uno basado en la alimentación original del perro a base de ingredientes cien por cien naturales y de alta calidad, y cuyo proceso de elaboración fuera en frío para no desnaturalizar la materia prima. Así fue como nació el pienso con su primera marca: Natural Markus-Mühle, el primero sin extrusionar. Más tarde crearon la marca Luposan.
En la actualidad, Markus Mühle (Luposan /Luponatural) es una empresa familiar ubicada en Langenhahn, en la región de Westerwald (Alemania), que cuenta con cerca de cincuenta empleados. Markus-Mühle controla al cien por cien todo el proceso de fabricación, desde la compra de la materia prima (productos de origen animal, en su mayoría de la zona de Wester Wald) hasta la fase final de elaboración. La empresa ha recibido el certificado BIO-Alemán-Europeo. Hoy en día sus productos se distribuyen en más de doce países europeos.
Fue en el 2002 cuando Conrado Grandville introdujo los piensos Luposan a España. Es curioso conocer cómo empezó. Su perra Lara padecía IBD (Inflammatory Bowel Disease) de nacimiento, una enfermedad inflamatoria intestinal. Constantemente recibía tratamientos a base cortisona y se le cambiaba la alimentación con la esperanza de que mejorara, pero no era así, y los episodios de diarrea no cesaban. En marzo de 2002, Conrado se fue a Remscheid (Alemania). Allí entró en una tienda de animales y le explicó a la dueña los trastornos que padecía Lara. Ésta le aconsejó que probará la alimentación natural Luposan. Compró una bolsa de 5 Kg de Luposan Sport Hipoalergénico para ver si Lara lo aceptaba. Y Lara no solo lo aceptó sino que, para sorpresa de su veterinario, al cabo de un mes se curó. Y así empezó para Conrado la historia de Luposan en España.
La delegación en España de la empresa alemana se halla en el Polígono industrial de Beniarbeig, en Alicante, desde donde se distribuyen los productos a todo el territorio nacional, Andorra y Portugal. Desde entonces, Conrado Grandville sigue siendo el responsable único de la distribución de todos los productos Luposan / Markus Mühle en nuestro país. Los pedidos pueden realizarse a través de la tienda online de su página web www.luposan-iberica.com. Es muy fácil. Y llegan en un par de días máximo en perfectas condiciones.
Luposan explica cómo es el proceso de elaboración de sus piensos. En primer lugar se desecan los ingredientes y luego se muelen hasta obtener una harina gruesa. Luego la harina se comprime en un molde y se somete a un sistema de alta presión en frío (entre 35 ºC a 45 ºC máximo) generando unos pelets compactos (no croquetas). Este proceso se denomina de «no extrusionado».
Es ésta una de las principales características de los piensos Luposan, es decir, que no extrusiona la materia prima. El extrusionado eleva la masa del pienso a más de 110 ºC, lo que provoca «la muerte» de muchas vitaminas, proteínas y otros ingredientes vitales. Es lo que se conoce como «desnaturalización bioquímica de los ingredientes» porque modifica su estado químico natural, lo que obliga a agregar grasas y vitaminas después del proceso para compensar las pérdidas por las altas temperaturas.
Todos los productos Luposan son de base natural, producidos en Alemania mediante procesos artesanales en frío, no extrusionados y prensados en forma de pellets.
Para la elaboración de los piensos se utiliza carne de pollo y de pavo de animales criados en semilibertad en granjas Suizas. Según las normas de protección animal suizas se emplean procesos muy éticos a la hora de sacrificar a estos animales para el consumo. La pureza y alta calidad de esta carne ofrece proteína de elevada asimilación.
Es importante saber que los piensos Luposan:
● Están elaborados entre 35°C y 45°C de temperatura, es decir no extrusionados, evitando así una alteración significativa de sus valores nutricionales.
● No tienen conservantes, ni aditivos ni colorantes.
● Sus ingredientes están libres de manipulación genética.
● Están libres de minerales que no sean de origen orgánico, como carbonato de calcio, harina de piedra, cal de forraje y tierra verde.
● Están libres de componentes de origen vegetal que sean de difícil digestión, como soja, salvado de trigo, cáscaras y gluten.
● Están libres de proteínas vegetales.
● Están libres de harina MER, cuyo uso está prohibido en Alemania desde el año 2000 (harinas que contienen ojos, cerebros, patas, picos, pelos, plumas, subproductos y carne de animales muertos sin control sanitario).
● Están libres de aditivos potenciadores del sabor, aromatizantes, conservantes como etoxiquina (E324), BHT (E321) y BHA (E320) y astringentes químicos.
● Están libres de experimentación con animales.
Luposan utiliza cajas de embalaje especiales de primera calidad termo-protectoras para protegerlas del calor. Todos los piensos y complementos llegan a España procedentes directamente de la empresa alemana en camiones refrigerados en tres o cuatro días. Como los piensos son un producto natural sin extrusionar son muy sensibles al calor y la humedad, razón por la que el envío desde España se realiza en 24-48 horas mediante empresas como MRW.
Los piensos Luposan tienen una caducidad de entre seis y ocho meses porque no tienen conservantes y no están extrusionados.
Recomiendo encarecidamente que entréis en www.luposan-iberica.com para conocer en profundidad todos los piensos y productos de esta excelente empresa alemana, donde se especifican, ingredientes, análisis y recomendaciones de cada pienso y producto, lo que resulta muy interesante por la enorme cantidad de información que proporcionan. ¡Ah, y si tenéis dudas y necesitáis que os asesoren, lo hacen encantados!
Y ahora seguro que pensaréis que los piensos de Luposan son mucho más caros que cualquier pienso de Hills, Royal Canine, Eukanuba o Advance, pues no, ni muchísimo menos. Sin duda, Luposan compite con todos ellos en precio pero en calidad los supera a todos de lejos.
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