A Patricia Highsmith no solamente le gustaban los gatos

Se sabe que la escritora Patricia Highsmith sentía pasión por los animales, pero sobre todo le gustaban unos muy particulares.
Patricia Highsmith en una charla en el programa After Dark de la BBC, en 1988 (Open Media Ltd, CC BY-SA 3.0).

Se sabe que la escritora Patricia Highsmith (Texas, 1921-1995, Locarno, Suiza) sentía pasión por los animales. Solía decir que se sentía a salvo en su compañía porque eran mucho mejores que algunos seres humanos. Era persona maniática, de carácter retraído y tan poco sociable que llegó a afirmar en una ocasión: «He elegido vivir sola porque mi imaginación funciona mucho mejor cuando no tengo que hablar con la gente.»

Los animales fueron una fuente de inspiración inagotable. Basta leer su magnífico libro Crímenes bestiales, donde perros, elefantes, ratas, cerdos o cabras se vengan de sus amos maltratadores, consiguiendo con ello que el lector llegue a empatizar del todo con los animales y no con los humanos. Patricia Highsmith vivió prácticamente toda su vida rodeada de gatos, sobre todo siameses, a los que adoraba. «Me gustan los gatos porque son fieras en miniatura con las que resulta fácil convivir. Son elegantes, silenciosos y decorativos, y se pasean libremente por la casa.», escribió en «Cats and lifestyle», publicado en la revista Murder Ink en 1979.

Se sabe que la escritora Patricia Highsmith sentía pasión por los animales, pero sobre todo le gustaban unos muy particulares.

Además de gatos…

Un día, Patricia Highsmith entró en una pescadería y vio una pareja de caracoles que estaban copulando, y fue tal la fascinación que le produjeron ambos animales entrelazados que llegó a criarlos y a tener trescientos ejemplares en el jardín de su propia casa de Suiza. Se cuenta que en más de una ocasión había acudido a eventos sociales con unas hojas de lechuga y un montón de caracoles metidos en su bolso, el cual no tenía reparos en abrir siempre que le venía en gana y comentar, ante el asombro o la estupefacción de los allí presentes, que «eran sus compañeros de la noche». De hecho, cuenta la periodista británica Kathryn Hughes (The Guardian, 22.02.21) que «en una elegante cena en Londres llegó con treinta caracoles en su bolso que procedió a dejar sobre la mesa. Los caracoles, de inmediato, comenzaron a dar vueltas con determinación sobre el mantel de lino, dejando tras de sí una estela de baba plateada. Todos los allí presentes, incluida la propia Highsmith, fingieron no darse cuenta». Y añade: «No hay nada intrínsecamente malvado en los caracoles, los bolsos, los manteles de lino o incluso en las cenas elegantes. Pero ponlos en el orden correcto, o más bien incorrecto, y tendrás el tipo de pesadilla insidiosa de la que es imposible librarse.»

Se sabe que la escritora Patricia Highsmith sentía pasión por los animales, pero sobre todo le gustaban unos muy particulares.
La escritora siempre estuvo rodeada de gatos siameses (©Ricardo Martin).

Cuando en 1963 la escritora abandonó Estados Unidos para siempre —mucho antes de que se estableciera definitivamente en Suiza—, vivió una temporada en Francia. Como en ese país estaba prohibido introducir caracoles, la escritora decidió pasarlos de contrabando, escondiéndolos entre sus ropas, lo que le supuso hacer numerosos viajes por ser tantos los que tenía. Esta obsesión por los caracoles la plasmó en el cuento «El observador de caracoles», que por encarnar el más «puro horror físico», en palabras de Graham Greene, es tal vez uno de los relatos más logrados de esta maestra del suspense. Patricia Highsmith murió en 1995, sola, en compañía de su gata Charlotte, en su casa de Pegna, en el cantón suizo italiano del Ticino, donde la escritora vivió los últimos siete años de su vida y en cuyo cementerio reposan sus cenizas.

El agradecimiento de un cisne

Richard Wiese, el popular presentador del programa de televisión americana «Born To Explore: How to Be a Backyard Adventurer» de la PBS, en una visita a Abbotsbury Swannery —la única colonia de anidación de cisnes salvajes que hay en el mundo, que se encuentra en Dorset, Inglaterra— curó a un cisne herido que se había lesionado al chocar en pleno vuelo con una cerca de alambre. Richard Wiese lo cuidó hasta su completa recuperación. Años después, en una nueva visita al lugar, el cisne no había olvidado los cuidados de Richard.

«Born To Explore: How to Be a Backyard Adventurer» de la PBS, en una visita a Abbotsbury Swannery
El cisne enrosca su cuello alrededor de Richard, como gratitud a los cuidados que éste le prestó cuando estaba herido.

Los cisnes son criaturas muy bellas, pero no son demasiado cariñosos, más bien al contrario, suelen ser agresivos y territoriales, y poco amigos de los humanos. Sin embargo, tal como muestra la imagen, pese a la reputación que tienen estos animales, el cisne no había olvidado los cuidados de Richard. «Lo acerqué a mi pecho y de alguna manera me sentí cómodo o seguro y, en cuestión de minutos, se rindió. Literalmente envolvió su cuello alrededor del mío», declaró Wiese para ABC News.

«Born To Explore: How to Be a Backyard Adventurer» de la PBS, en una visita a Abbotsbury Swannery
Otro de los momentos en que el cisne se abraza a Richard.

«Es un momento maravilloso cuando un animal confía totalmente en ti, cuando sientes ese vínculo y confianza mutua con esta comunicación no verbal, cuando el animal se da cuenta de que no pretendes hacerle daño», explicó el periodista norteamericano.

Abbotsbury Swannery

Abbotsbury Swannery, se halla a 14 kilómetros al oeste de Weymouth, en Dorset. Posee la colonia de cisnes mudos más grande del mundo, y su finalidad es cuidar y rehabilitar a estas aves heridas. Su historia se remonta al año 1040, con la construcción del monasterio benedictino de Abbotsbury, donde los monjes criaban cisnes como alimento para sus banquetes. El monasterio, sin embargo, fue destruido en 1539, durante la disolución. Desde entonces, Swannery está bajo la dirección de Ilchester Estates.

Las instalaciones cuentan con diez hectáreas de terreno, donde los cisnes vuelan libremente. Se trata de un santuario y no de un zoológico. No hay jaulas. La mejor época para visitar a los cisnes es entre los meses de mayo y junio, cuando eclosionan los huevos y nacen los polluelos. La colonia cuenta aproximadamente con unos seiscientos cisnes.

Abbotsbury Swannery está abierto todos los días del año de 10.00 a 17.00 y cuenta con una servicio de bar y restaurante.

«Born To Explore: How to Be a Backyard Adventurer» de la PBS, en una visita a Abbotsbury Swannery
Los cisnes de Abbotsbury Swannery, en Dorset. El mayor centro de rehabilitación de cisnes del mundo. Puede visitarse en cualquier época del año. ©Abbotsbury Swannery.

Lo que el pulpo me enseñó, uno de los mejores documentales del año 2020, gana un Oscar

El pasado 11 de abril Lo que el pulpo me enseñó ganó el premio BAFTA (Academia Británica de las Artes Cinematográficas y de la Televisión), y recientemente ha obtenido el Oscar al mejor documental.

Graig Foster, un cineasta y documentalista sudafricano, cofundador del proyecto Sea Change Project (2012) para proteger la vida marina y el bosque de algas en Sudáfrica, es el protagonista, productor y fotógrafo de este documental dirigido por Pippa Ehrlich y James Reed.

Lo que el pulpo me enseñó, uno de los mejores documentales del año 2020, gana un Oscar
Graig Foster, el cineasta y documentalista sudafricano, cofundador del proyecto Sea Change Project y autor y protagonista de Lo que el pulpo me enseñó.

«La primera vez que vi un pulpo —nos cuenta Graig— estaba en manos de un barquero que lo había encontrado por casualidad en un arrecife poco profundo frente a Havelock, en las islas Andamán y Nicobar, y le clavó una estaca para atraparlo. Unos años más tarde, mientras deambulaba por un pasillo en la sección de alimentos congelados de un supermercado de Zúrich, en Suiza, vi pulpos empaquetados en poliestireno y papel film; hermosos seres marinos que yacían muertos en un país sin litoral. Para alguien que ha estado infinitamente fascinado por los pulpos toda su vida como yo, aquella “visión” fue desgarradora».

Lo que el pulpo me enseñó, uno de los mejores documentales del año 2020, gana un Oscar
Una imagen del documental, donde Graig Foster bucea junto al pulpo.

El documental cuenta la experiencia de Graig Foster como buceador en el Gran Bosque Marino africano. En sus inmersiones en esos bosques de aguas heladas, descubrió un pulpo y quedó fascinado con el animal. Durante un año, volvió todos los días al mismo lugar para filmarlo. Se trata de una experiencia única, con un magnífico guión y una hermosa fotografía, uno de los documentales más bellos y conmovedores que se han realizado sobre un animal marino.
Lo que el pulpo me enseñó podéis verlo en Netflix. Imprescindible.

«Siempre resulta encantador ser abrazado por cualquier animal, por tus gatos y perros, por ejemplo. Pero cuando es un animal salvaje y se acerca a ti por su propia voluntad, ¡es mágico!», dice Graig.

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